Casos y Cosas (Egipto)

El espíritu humano
Por Estefanía Abamonte

Los territorios del actual Oriente Próximo, son portadores de misterios y fascinantes historias que han sido transmitidas y conservadas a los largo de los años. Egipto, reconocido por su antigua historia, es portador de la mayoría de ellas. Su cultura, estaba repleta de costumbres orientadas al codiciado objetivo de la inmortalidad y la vida ultraterrena. Así que los rituales más importantes giraban en torno a la muerte. Al igual que la mayoría de las religiones, la egipcia consideraba que el espíritu humano luego de la muerte podía vivir eternamente. El cuerpo se preservaba mediante técnicas de embalsamamiento y momificación, para que el espíritu pueda ser recordado y honrado por los vivos, y de este modo, estos los ayudarían y guiarían sus vidas desde el más allá.
El concepto de espíritu humano era fundamental, y éste estaba conformado por tres elementos el Aj, el Ba y el Ka, en su conjunto indispensables entre sí.
El Aj es un elemento vinculado con la "luz", y las estrellas. Es la máxima expresión del ser humano que puede alcanzar la vida futura entre las estrellas. El Ba es el concepto más cercano a la noción de alma. Es lo que hace único a un ser, similar a la noción de "personalidad". Como el alma, el Ba es la parte de una persona que vivía después de la muerte del cuerpo. El Ka es un concepto semejante al de la "fuerza vital", lo que diferencia a una persona viva de otra muerta. Los egipcios también creyeron que el Ka se sostenía por medio del alimento y la bebida.
Tras la muerte de un individuo, el espíritu tenía un largo recorrido hacia el inframundo. Se creía que era guiado por Anubis hacia la sala de las dos verdades, donde sería juzgado. El corazón, contenía la mortalidad de su dueño, y se pesaba contra una pluma que representaba el Matt, un conjunto conformado por la verdad, la armonía y el orden universal. Si el resultado era favorable, el espíritu sería llevado ante Osiris (Dios de la resurrección). Si el resultado era desfavorable, le esperaba Ammit una mezcla de cocodrilo, león e hipopótamo: el “devorador de corazones”, destruía los corazones impidiendo su inmortalidad.
Podríamos preguntarnos ¿qué contienen nuestros corazones, cuánto pesan, podemos alcanzar la armonía, la verdad y el orden universal? Es cuestión de indagar, como los egipcios, en nuestros espíritus, humanos.

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