SOBRE LA EDUCACIÓN POPULAR...


Educar. Educarse. Educarnos. Enseñar y aprender son dos momentos de una misma acción. Dos verbos que son uno, separado por la fuerza.
La educación moderna normaliza, clasifica y fragmenta el conocimiento. Dice que hay ciertos lugares y momentos apropiados para la educación. Que hay quien enseña, por un lado, y quienes aprenden, por otro. Que hay una verdad que es más verdadera que todas las demás que pudiéramos imaginar. Y que nos estamos educando cuando dejamos de imaginar otras verdades y nos dedicamos a repetir esa verdad única.  
La educación popular es uno de los nombres que toma el sacudón con que buscamos sacarnos de encima lo unívoco y unidireccional de la educación moderna. Es reconocer que todas las personas sabemos, enseñamos y aprendemos en todas nuestras edades, y en cada situación que vivimos.
Vivir la educación como una explosión de luces que expande  todos los sentidos. Una relación que tiene infinitos senderos y no busca definir ni repetir la verdad, sino imaginar nuevos mundos; expandir los límites de lo posible.

Como una música creada colectivamente, la educación popular se nutre en la diversidad, en la conjunción caótica y armónica de voces y saberes que van, paso a paso, construyendo el andar de los pueblos.

Verònica Gelman




Educar es un modo de formar conciencia. La educación es una herramienta del poder y como tal puede ser peligrosa. Como en cada aspecto de las civilizaciones en el caso de la educación también podemos pensar en educación del arriba y educación del abajo. Desde las cúpulas de poder se conforman futuros gerentes, dirigentes que estén entrenados para fortalecer y preservar el sistema de opresión, tamización y explotación que rige al planeta. Por debajo de ellos una masa uniforme de soldados, súbditos, empleados es funcional desde el abajo para sostener la pirámide. Ellos están educados para ocupar el puesto que que deben ocupar determinados por la punta desde la cual baja el lineamiento adecuado. Los de abajo educados ni de mas ni de menos, sabiendo lo justo para cumplir con su función y reproducir. Pero cuando se educa en dirección opuesta, empezando por el abajo y para el abajo, la pirámide tiembla desde sus basamentos y la reproducción se desarma en una grieta. Se riega una semilla que al brotar hace temblar toda la estructura. Ahí radica el peligro y por ende la obsesión de los poderosos de controlar como se aprende y como se enseña. Si en lugar de reproducir la educación replantea y modifica ya no es una educación normalizadora que pueda estandarizar al individuo. La educación se transforma en la puerta hacia una libertad posible. Es así que la educación es popular cuando es llave y es puerta, cuando propicia el cambio y no lo niega. El alumno ya no es el que no tiene luz y debe recibir el conocimiento oficial de algún maestro que reproduce el manual que aprendió de memoria. El estudiante y el maestro se unifican en un evento espiralado, un evento educativo que ya no es clase sino encuentro circular. Como en este caso, la radio y la música propician un momento de aprendizaje, de escucha atenta, donde la información es múltiple y circula sin miramientos. La música se vuelve catalizadora para abrir los oídos y dar lugar a los distintos matices de la música sin mapa. La educación popular por medio de ella música se transforma en nuestra escuelita que nos marca un camino hacia la libertad genuina. La educación popular marca el camino y se vuelve sonora.

Nicolás Falcoff

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