Esta semana compartimos LA RUTA OLIMPICA
 
EDITORIAL CLANDESTINA:
Ya
 se encendió la llama. La antorcha olímpica completó hace unos días su 
ruta de 12.874 kms para afincarse esta vez en Londres y dar inicio a uno
 de los juegos más famosos de la humanidad. La antorcha representa una 
tradición donde el fuego pasa de mano en mano y debe ser custodiado 
entre olimpíadas y olímpiadas recorriendo diversos países, distintas 
latitudes con el objetivo de llegar sana y salva hasta la inauguración 
de cada nuevo evento deportivo. Desde las épocas del templo de Hera, en 
la antigua olimpia griega, el fuego acompaño los juegos. Mas de 2700 
años nos separan de esas antiguas olimpiadas. Pocas tradiciones se 
mantienen a nivel global a lo largo de los milenios. A pesar de haber 
estado prohibidos y de haber pasado cientos de años sin llevarse a cabo,
 han retornado a través de los siglos en la historia de la civilización.
 El ser humano siempre tuvo la necesidad de jugar, pero también de 
competir, de luchar. Los juegos olímpicos son una reflejo de todas esas 
necesidades. De lo que se trata quizás es de intentar rescatar más bien 
la fraternidad, la solidaridad y el cuidado de la luz. De esa llama que 
aún se mantiene viva y representa el espíritu del hombre y de la mujer 
unidos más allá de las fronteras y las cartografias. Que el agón,
 la lucha se transforme en unión.  Tomamos la antorcha y la convertimos 
en música. En sonidos clandestinos, desde el éter,  inauguramos una 
nueva travesía musical. La ruta olímpica ya está sonando.
Nicolás Falcoff 
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