Se trata de un ritmo con raíces españolas, reinventado en varios países hispanoamericanos del Caribe: Cuba, México, Colombia, Perú, Venezuela, entre otros.
Muchas teorías acerca de los orígenes del bolero señalan a Europa como la cuna del género. Así, el bolero vendría de España, siendo inicialmente una danza de movimiento ligero. El bolero habría llegado a América a comienzos del siglo XIX con una compañía de baile española arribada de Cuba, donde la fusión con los ritmos africanos de la zona caribeña dio como resultado el compás cadencioso del bolero: con unas guitarras y unos bongos, congas o tumbadoras como percusión.
Con la influencia de un tipo de canción yucateca procedente de México, el ritmo pasó de ternario a cuaternario, conformándose la base del actual bolero.
Un dicho que corre en boca de los cubanos que se usa si se quiere exhortar a alguien a dedicarse a aquello verdaderamente importante: "Olvide el tango y cante bolero, amigo".
El bolero evolucionó de música de cantinas y peñas a música de serenatas. El toque romántico le permitió adaptarse a todas las clases y el avance tecnológico como la radio y las grabaciones de discos le permitió universalizarse y perpetuarse en el tiempo.
Los países que se ven bañados por el mar Caribe asumieron pronto como propio el producto que Cuba les daba de contrabando entre la década de los veinte y los treinta. Eso permitiría la fusión y el engrandecimiento del bolero con otros géneros musicales, dándose como resultados los subgéneros: bolero rítmico, bolero cha-cha-chá, bolero mambo, o inclusive la bachata (bolero dominicano), el bolero ranchero (mezcla de bolero y mariachí mexicano) y el bolero moruno (bolero con mezclas gitanas e hispánicas).
Primero sería la era de los tríos de guitarra, luego las grandes orquestas tropicales que incursionaban en el bolero, después las orquestas al estilo big band y, por último, verdaderas orquestas sinfónicas darían forma al acompañamiento musical del bolero que durante casi treinta años (1935–1965) dominó el espectro musical latinoamericano.
Varios factores contribuyeron al auge de la era dorada del bolero, la caída del tango sumada a un cierto aislamiento cultural de América Latina en los años cercanos y posteriores a la primera guerra mundial, que no permitió a estos países integrarse a la era llena de influencias musicales que no fueran el vals, el pasodoble o el fox trox, venidos de Europa o los Estados Unidos. Esto permitió al bolero cultivarse y desarrollarse con calma sin claras competencias que lo amenazaran.
A su vez, la existencia de regímenes militares de facto, influyó curiosamente en el éxito del bolero, pues a estos gobiernos les convenía ver a la población entretenida en sus gustos, para que olvidaran la política, por ello la era dorada del bolero está asociada en gran parte al período de las dictaduras de la década de los cincuenta.
Cuando América Latina rompió su relativo aislamiento cultural después de la Segunda Guerra Mundial y se integró a un mundo competitivo y cosmopolita de influencias, el bolero decayó.
La balada pop vino a ocupar el puesto de lo romántico, que antes tenía el bolero, lo mismo pasaría con la música bailable, la era de las guarachas y el cha cha cha fue sustituida por el rock & roll, la salsa brava y el merengue. Pero el bolero no murió, sino que las baldas siempre estuvieron influenciadas por el bolero en su aspecto romántico, pues eso hacía Armando Manzanero, disfrazaba de baladas sus composiciones, que eran boleros; así también Marco Antonio Muñíz o José José.
Con la década de los 80, llegaría una época de renovación integral que le devolvería su estilo de los años dorados (1930-1960).
A pesar de todas sus modificaciones a lo largo de los años, el contenido de sus letras ha tratado siempre sobre amores imposibles o inútiles. En Cuba suele llamarse bolero sangriento a aquellas historias narradas en las que la muerte, el desamor, el crimen apasionado o el suicidio son capaces de arrancar lágrimas a los oyentes.
El bolero típico cubano surge alrededor de 1840, ya que los cubanos aprendieron a modificar lo extranjero para convertirlo en algo propio, resignificando la cultura. Uno de los primeros boleros que se compusieron fue Tristezas, escrito por el cubano José Pepe Sánchez; es una pieza que dio origen formal al género y con el acompañamiento musical que se denomina como clásico (guitarras y percusión).
Con la influencia de un tipo de canción yucateca procedente de México, el ritmo pasó de ternario a cuaternario, conformándose la base del actual bolero.
Un dicho que corre en boca de los cubanos que se usa si se quiere exhortar a alguien a dedicarse a aquello verdaderamente importante: "Olvide el tango y cante bolero, amigo".
El bolero evolucionó de música de cantinas y peñas a música de serenatas. El toque romántico le permitió adaptarse a todas las clases y el avance tecnológico como la radio y las grabaciones de discos le permitió universalizarse y perpetuarse en el tiempo.
Los países que se ven bañados por el mar Caribe asumieron pronto como propio el producto que Cuba les daba de contrabando entre la década de los veinte y los treinta. Eso permitiría la fusión y el engrandecimiento del bolero con otros géneros musicales, dándose como resultados los subgéneros: bolero rítmico, bolero cha-cha-chá, bolero mambo, o inclusive la bachata (bolero dominicano), el bolero ranchero (mezcla de bolero y mariachí mexicano) y el bolero moruno (bolero con mezclas gitanas e hispánicas).
Primero sería la era de los tríos de guitarra, luego las grandes orquestas tropicales que incursionaban en el bolero, después las orquestas al estilo big band y, por último, verdaderas orquestas sinfónicas darían forma al acompañamiento musical del bolero que durante casi treinta años (1935–1965) dominó el espectro musical latinoamericano.
Varios factores contribuyeron al auge de la era dorada del bolero, la caída del tango sumada a un cierto aislamiento cultural de América Latina en los años cercanos y posteriores a la primera guerra mundial, que no permitió a estos países integrarse a la era llena de influencias musicales que no fueran el vals, el pasodoble o el fox trox, venidos de Europa o los Estados Unidos. Esto permitió al bolero cultivarse y desarrollarse con calma sin claras competencias que lo amenazaran.
A su vez, la existencia de regímenes militares de facto, influyó curiosamente en el éxito del bolero, pues a estos gobiernos les convenía ver a la población entretenida en sus gustos, para que olvidaran la política, por ello la era dorada del bolero está asociada en gran parte al período de las dictaduras de la década de los cincuenta.
Cuando América Latina rompió su relativo aislamiento cultural después de la Segunda Guerra Mundial y se integró a un mundo competitivo y cosmopolita de influencias, el bolero decayó.
La balada pop vino a ocupar el puesto de lo romántico, que antes tenía el bolero, lo mismo pasaría con la música bailable, la era de las guarachas y el cha cha cha fue sustituida por el rock & roll, la salsa brava y el merengue. Pero el bolero no murió, sino que las baldas siempre estuvieron influenciadas por el bolero en su aspecto romántico, pues eso hacía Armando Manzanero, disfrazaba de baladas sus composiciones, que eran boleros; así también Marco Antonio Muñíz o José José.
Con la década de los 80, llegaría una época de renovación integral que le devolvería su estilo de los años dorados (1930-1960).
A pesar de todas sus modificaciones a lo largo de los años, el contenido de sus letras ha tratado siempre sobre amores imposibles o inútiles. En Cuba suele llamarse bolero sangriento a aquellas historias narradas en las que la muerte, el desamor, el crimen apasionado o el suicidio son capaces de arrancar lágrimas a los oyentes.
El bolero típico cubano surge alrededor de 1840, ya que los cubanos aprendieron a modificar lo extranjero para convertirlo en algo propio, resignificando la cultura. Uno de los primeros boleros que se compusieron fue Tristezas, escrito por el cubano José Pepe Sánchez; es una pieza que dio origen formal al género y con el acompañamiento musical que se denomina como clásico (guitarras y percusión).
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