El Fado

Así como Buenos Aires tiene el tango como una de sus señas de identidad indelebles, Lisboa, la capital de Portugal, posee una música que la identifica. Se trata del fado que es el más genuino representante de la cultura popular portuguesa.
En el fado se expresan los malos momentos de la vida a través del canto. Generalmente, es cantado por una sola persona, acompañado por una viola (guitarra española, y portuguesa) y los temas más cantados en el fado tienen que ver con la melancolía, la nostalgia o pequeñas historias que aparecen en el diario acerca de los barrios humildes; pero especialmente la frustración y fatalismo.
Las letras, escritas con prolija caligrafía de tinta, registran también los años en que la dictadura de Antonio Salazar (1933 a 1974), a través de una comisión de censura custodiaba que los intérpretes no cruzaran la delgada línea que, según Salazar, delimitaba la moral y las buenas costumbres. Pero el fado parece haber traspasado todas las barreras. En 1910 apareció Republicano, cuya letra festejaba la nueva república.
Una de las mejores exponentes del fado fue Amalia Rodrigues, dueña de una voz entre desgarrada y dulce que la hizo famosa en todo el mundo. Rodrigues le canta a Alfama, un viejo barrio de Lisboa, y a sus rincones. Aprovechando la expresión de nostalgia, saudade y tristeza que posee el fado, que a su vez, quiere decir "destino". Pero se lo relaciona con la añoranza, con aquello que se cree perdido para siempre, de lo que no volverá. De estas voces dulces se desprenden pensamientos amargos que expresan las dificultades de la vida, el amor perdido, la emigración o la nostalgia de los territorios de ultramar.
En parte se debe al fuerte lazo que los portugueses tienen con el mar y, en ese sentido, con los barcos, las partidas y los regresos. Una canción de amor y melancolía, una despedida de alguien que se embarca, una canción nostálgica pero no triste que se escucha en el puerto de Lisboa.
Durante más de 150 años, los habitantes de Lisboa disfrutaron de su música en pequeños bares, restaurantes y cafés. Canciones que cantan tanto hombres como mujeres, el fado se acompaña con la guitarra portuguesa, con forma de mandolina y pares de ocho, diez o doce cuerdas. Su sonido no es solamente inconfundible, también es imprescindible. A partir de un diseño sencillo, esta guitarra evolucionó y hoy hay bellos modelos decorados con, por ejemplo, incrustaciones de nácar.
Desde 1998, el fado tiene un museo que resguarda y cuenta su historia. La Casa do Fado e da Guitarra Portuguesa funciona en el Recinto da Praia, un edificio del siglo XIX, de fachada color terracota que da a la plaza Largo do Chafariz do Dentro.

Amália Rodrigues - Lágrima (subtitulado en español)



Imaginarse el fado

Nacido de raíces africanas entre marineros, prostitutas, vagabundos y toreros, en tabernas de mala fama, a mediados del siglo XIX, el fado inspiró no sólo a grandes escritores, sino también a pintores.
El origen de este canto popular se remonta al siglo XIX y su germen inicial se atribuye a las clases bajas y barrios marginales. Incluso, en sus primeras etapas, se asociaba a cantos de prostitutas que entonaban estas coplas en rincones oscuros entre callejuelas, como una forma de aliviar la espera de sus clientes.
El mejor modo de estar cerca de este clima es intentar imaginarse estas melodías resonando en ambientes portuarios decadentes, en el interior de tabernas repletas de rudos marineros que, al calor del vino, canturreaban estas melodías mientras esperaban el embarque a quién sabe qué lugar.

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