Choc Quib Town, dibujando sus propios paisajes

Por M. Emilia Sganga

Un nuevo disco asoma sobre las tierras colombianas, desde el Chocó nace “Oro”, el último trabajo de Choc Quib Town. Su nombre nos traslada desde el principio hacia un espacio definido: El Chocó, su lugar de origen. Zona de grandes lluvias y con costas en el Océano Atlántico y Pacífico, caracterizada por su gran variedad de vegetación y grandes bosques, descripciones que son moneda corriente en cada una de las canciones del disco. Hoy dos de los protagonistas de la banda, Goyo (Gloria) y Tostao (Carlos), viven en Bogotá pero han nacido y compartido su infancia en aquel lugar, donde el peso histórico de la esclavitud se hace presente día a día (más del 80% de la población es de origen afrocolombiana), y el grito por el reconocimiento de los derechos y la identidad cultural gana espacio.

Es parte de este grito el nuevo trabajo de Choc Quib Town, donde las letras se caracterizan por su fuerte tono de crítica social, es el propio título del nuevo trabajo un ejemplo de esto: “Oro”, se debe a la denuncia de la explotación de las minas de oro en Chocó y la Guajira, poniendo luz a un conflicto que se extiende en el tiempo y que marca calladamente a cada uno de sus habitantes, dado que la devastación del medio ambiente es una constante en esta zona.
En sus canciones recrean pequeñas historias, costumbres y problemáticas de sus orígenes.

El pasado y el presente se funden en los ritmos y en las letras, donde el reclamo por la falta de representación que sufren hoy las etnias minoritarias toma fuerza y se hace canción. Ningún espacio queda clausurado en este disco, temas tras tema uno no deja de sorprenderse, nunca logra quedarse quieto, nunca espera lo que va a venir.

El hip hop, la rumba, el flow, la salsa, el reggae, la guaracha, y los ritmos tradicionales de la costa del Pacífico se mezclan y así logran borrar las fronteras, las desdibujan e incluyen en este nuevo horizonte todo el mapa completo de sus orígenes e influencias presentes. Se apropian de esa escena construida, la recorren y desde allí exponen sus gritos para que el mapa entero los conozca, los escuche. En ese paisaje nos hacen bailar, y tararear sus frases hasta el infinito, generando su propio ritmo.

Canciones que niegan la rigidez del cuerpo, transmitiendo una energía que se mantiene y pide más. Y es en esa suma donde la mezcla se agranda, donde cada uno encuentra su espacio, donde hoy el Chocó grita bien fuerte su historia y la de tantos otros.

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