Una puerta abierta: Martín Buscaglia

Por M. Emilia Sganga

Proponer un viaje desde lo sonoro, explorar desde lo perceptible. Comprender los sonidos como aquello en lo que estamos investidos.
Será entonces, desde este viaje donde una nueva puerta abierta nos llevará hacia la expedición, partiendo hacia tierras no muy lejanas. Encaramos así la marcha hacia Uruguay, donde los ríos dejan marcas y el viento lleva y trae una amplia gama de sonoridades.
Y así llegamos a nuestro destino, donde Martín Buscaglia se nos presenta como una de esas puertas que esperan por ser abiertas, sólo nos resta entrar en su mundo. Nacido en Uruguay hijo de padres que entre tantas otras cosas han formado parte del Colectivo “Musicación”. Creado en 1975 como resistencia artística al gobierno militar uruguayo, proponiendo obras de teatro y canciones para niños (quien dice “niños”, dice “adultos”). En la casa de Horacio Buscaglia y Nancy Guguich (padres de Martín) circulaban por entonces, algunos integrantes del colectivo como: Urbano Moraes, Rubén Rada, Eduardo Mateo y Pippo Spera.
Sus relaciones con estos artistas han construido la cotidianeidad de su infancia. Candombe, murga, tango, payada y juego, mucho juego.
Poco a poco comienza a adueñarse de todas estas influencias y lanza en 1997 su primer disco como solista “Llevenle”. Desechando la “erudición sonora”, se lanza hacia la experimentación de sonidos donde el caos resulta de lo más ordenador. Metódico en su trabajo de grabación, y al mismo tiempo al acecho de la improvisación, la payada, y la asociación libre. Amante del surrealismo y de Dada.
Su eclecticismo puede verse al nombrar proyectos como “Cuenta cuentos” (tres discos fueron fruto de este trabajo), donde la propuesta teatral, sonora y audiovisual ganan la escena. Trabajos donde los niños tienen su lugar, donde las canciones pueden escucharse como cuentos para “no dormir la siesta”. Ha dirigido la comparsa“Chin Chin”, compuso e interpretó la banda de sonido para la obra de teatro “la Celestina” y paralelamente lanzó su segundo disco “Plácido Domingo” (en el 2001), donde cuenta con la colaboración de Rubén Rada, Hugo Fatorusso y Leo Masliah.
Luego vinieron discos como “Ir y volver e ir” (2004) y “El evangelio según mi jardinero” (2006), producido junto a Nicolás Ibarburu y con la participación de Juana Molina y Arnaldo Antunes.
Junto a sus Bochamakers (Nicolás Ibarburu, Mateo Moreno y Martín Ibarburu), Buscaglia logra llevar a cabo viajes por distintos espacios y tiempos. Mezclando así funk, candombe, disco, psicodelia, flamenco, tango, y claro, mucha sorpresa.
Al presentarse en sus shows como “hombre orquesta” o con los músicos de los Bochamekers, la improvisación está a flor de piel, sin olvidar el orden del ensayo logra un equilibrio y un lenguaje propio. Canciones, historias y paisajes se entrecruzan en cada tema, e invita siempre a una escucha atenta para quienes estén en busca del juego perceptivo.
Sale al escenario y brillan sus “juguetes sonoros”, se planta en el centro y describe con precisión cada una de las vibraciones por venir, las anticipa al tiempo que las compone.
Abre la puerta al juego, invita.


1 comentario:

nicolás pazos dijo...

"Corazón bombón latiendo dulcemente colibrí" y es un buen jugador de la palabra: un palabarista...