Por Hernán Navarro
Hablar de la gastronomía mapuche es hablar de soberanía y del derecho a la tierra; de agradecimiento y de respeto. Es parte de una expresión cultural.
Originalmente, las comunidades mapuches se alimentaban con frutas, hierbas silvestres, hongos y raíces. La caza y la pesca también eran fundamentales. Con la llegada de los conquistadores españoles y los huincas se siguieron manteniendo las mismas costumbres, aunque con pequeños cambios, como la incorporación del arroz, los fideos y el trigo. Más tarde, los pueblos mapuches comenzaron a criar animales y a cultivar la tierra y cosechar porotos, lentejas, maíz, papa, cebada, habas y quinua.
Si bien el alimento varía según las regiones donde habite cada comunidad, dentro de las frutas recolectadas por las familias originarias se encuentra la más importante: el piñón, semilla del pehuén (en mapuzungun) o Araucaria Arauca (en castellano), cuyo árbol sagrado, el Nguenechén, Dios mapuche, hizo crecer en grandes cantidades sobre los bosques.
El piñón es una fuente esencial de energía, proteínas y lípidos, con el que los mapuches realizan todo tipo de alimentos, e inclusive productos para lavarse el pelo. Este fruto puede formar parte de muchas preparaciones o simplemente puede comerse con un simple hervor.
Algunas de las comidas que se elaboran con el piñón son la Chicoca, donde el fruto es hervido y desecado para almacenar durante el invierno; la harina con la que se amasa el pan (kofkekura) y se elaboran tortas fritas; el Mudai, una bebida alcohólica similar a la chicha, realizado a través de la fermentación del pehuén dentro de su propio jugo. Lejos de las regiones pehuenches se elabora con trigo, quinua y vainas de arvejas. El Mudai se bebe en ceremonias religiosas y festivas.
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