Desde Senegal se nos aparecen tradiciones contadas, traducidas y recreadas, en otra lengua y en otro tiempo, pero que se vuelven presente. Realizando así un viaje por las letras escritas que intentan retomar la oralidad, y es en esa misma traición del traductor donde aparece una nueva obra que intenta acercarnos a una cosmovisión, no tan lejana y muy presente.
Dedicarnos en este apartado a la obra de Birago Diop, nos lleva a retomar algunos de sus caminos para, desde allí, recorrer su pasado y una parte de la historia contada desde sus propias letras.
Este poeta y narrador senegalés, nació en Ouacam (en las cercanías de Dakar), en una familia de la etnia Wolof, etnia principal de Senegal, cuya lengua es la más hablada en el país, a pesar de que el idioma oficial es el francés.
Birago Diop cursó el bachillerato en Senegal y luego viajó a Francia, especializándose en veterinaria. Profesión que realizó durante varios años en Alto Volta (actual territorio de Burkina Faso).
Paralelamente a su consagración en estudios veterinarios, comenzó a dedicarse a la escritura de fábulas y cuentos tradicionales de Senegal, como así a la escritura poética en lengua francesa. Junto a su compatriota Leopoldo Senghor, fue uno de los promotores activos del movimiento de la negritud. Algunos de sus poemas fueron publicados en una Antología de poesía negra, editada por Senghor, que constituyó un hito de la literatura africana moderna.
Durante la segunda Guerra Mundial y ante la imposibilidad de regresar a Senegal, Birago Diop se dedicó a realizar la escritura de cuentos tradicionales africanos. Así fue recuperando los relatos que escuchó durante su infancia del narrador e historiador oral de la etnia Wolof, Amadou Koumba y que fueron fundamentales para su obra. La recuperación de esos cuentos daría forma a sus libros más conocidos: Los cuentos de Amadou Koumba (1947) y Los nuevos cuentos Amadou Koumba (1957), así como Cuentos de Awa (1977).
El mismo Birago Diop comenta que la recreación de estos cuentos y fábulas le permitió un retorno fugitivo al pasado reciente que atemperaba el exilio “suavizando por un instante la nostalgia tenaz, y devolvía las horas cálidas y calurosas que solo se aprende a apreciar cuando se está lejos” (de Los cuentos de Amadou Koumba, escrito por Birago Diop). Desde estas fábulas, que le fueron contadas desde pequeño, él las fue transformando en obras escritas, jugando con los ritmos y las repeticiones que van creando sonoridades y cadencias en el propio relato. Son esos ritmos los que van provocando el desarrollo de las historias, el pasaje de las escenas y que al mismo tiempo crea efectos cómicos, rituales y que presenta a los personajes desde el animismo (presente también en sus poesías). La obra literaria y poética de Birago Diop fue siempre fiel a la tradición oral que mezcla humor y realismo.
En 1960, Diop envió una selección de algunos de sus poemas a la revista francesa Presencia Africana, una publicación especializada en la difusión cultural y artística del mundo negro. Esto lo llevó a publicar su libro de poemas Sueños y fulgores, lo que contribuyó a difundir su nombre y su obra por Europa.
Su formación en veterinaria, le permitió viajar por el África del Oeste en tiempos de la colonización francesa. Luego de la independencia de su país (1960) fue nombrado embajador en Túnez.
En 1989, fallece en su país natal, sin embargo su obra permanece vigente en la recuperación de la oralidad, convertida en letra escrita, que nos permite tender un puente con algunas de las fábulas y cuentos de Senegal, retomando el animismo, dotando cada ser y cada elemento de vida, los mimetiza, recreando juegos satíricos e irónicos sin separarse nunca de su pueblo natal y de las historias que lo cuentan.
Los muertos nunca están muertos (fragmento) – Birago Diop
Aquéllos que han muerto no se han ido del todo.
Están en las sombras que nos cercan.
Están en las sombras que se desvanecen con el día.
Están en los árboles que se estremecen.
Están en los bosques que derraman sus lágrimas.
Están en las aguas de los ríos.
Están en las aguas dormidas.
Están entre las gentes.
Están en las casas.
Los muertos nunca están muertos.
Díptico - Birago Diop
El sol colgado de un hilo
en el fondo de la calabaza
teñida de índigo,
hace hervir la olla del día.
Asustada por la proximidad
de las Hijas del Fuego
la sombra se esconde
al pie de las estacas.
La sabana es clara y cruda,
todo es terso, formas y colores.
Pero en los silencios angustiosos
hechos rumores,
de ruidos ínfimos,
ni sordos ni agudos,
surge un misterio denso,
un misterio sordo y sin contornos
que nos rodea y nos asusta.
El taparrabo oscuro
claveteado con clavos de fuego
tendido sobre la tierra
cubre el lecho de la noche.
El perro aúlla, el caballo relincha,
el hombre se echa en el fondo de su choza.
La sabana es sombría,
todo es negro, formas y colores.
Pero en los silencios angustiosos
hechos rumores
los senderos intrincados del misterio
se aclaran lentamente
para los que se fueron
y para los que han vuelto.
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