Por M. Emilia Sganga
Retomar las letras escritas en otros tiempos nos permite trazar puentes con actuales luchas y reivindicaciones. Es parte de este recorrido tener en cuenta lo antes dicho, presente en lo que hoy decimos. Releer, reescribir y volver a contar.
Nos centraremos aquí en parte de esas prácticas, recorriendo la vida y la obra de Nísia Floresta, una de las intelectuales brasileñas más importantes del siglo XIX. Fue una educadora, ensayista, poeta y activista política. Su vida y su obra pueden ser enmarcadas como una parte importante del desarrollo del pensamiento feminista en Brasil.
Nacida el 12 de octubre de 1810, en Papari, departamento de Rio Grande del Norte, en el noreste de Brasil.
Con solo 13 años contrajo matrimonio con un terrateniente de la región, pero a los pocos meses se separa. Esto significó un fuerte enfrentamiento con los principios entonces imperantes, donde de ninguna manera era aceptable la separación luego del casamiento. Así cayó un enorme peso en su espalda, siendo tildada por su entorno como una “rebelde”.
Al poco tiempo se traslada a Pernambuco junto con sus padres, primero residen en Goiana, después Olinda y finalmente en el Recife, ciudad capital y principal centro de desarrollo económico y cultural en el noreste de Brasil.
Para 1828, teniendo 18 años, toma otra decisión trasgresora y “escandalosa”, al irse a vivir con un académico de la Facultad de Derecho, Manuel Augusto de Faria Rocha con quién tuvo dos hijos
Su dedicación a la escritura comenzó en 1831, cuando comenzó a publicar artículos sobre la condición femenina en diversas culturas. Esas notas fueron publicadas en la revista “El espejo de las brasileras”. Desde entonces militó por la emancipación de la mujer, convirtiéndose en la primera periodista mujer de la región.
En 1832 publicó su primero libro Derechos de la mujeres e injusticia de los Hombres, se trató de una versión libre adaptada a las necesidades y problemáticas de las mujeres de su país, basada en una obra de la americana Mary Wollstonecraft. Este primer libro lo firmó bajo el seudónimo de Nísia Floresta Brasileira Augusta.
En 1833 se mudan a Porto Alegre, donde nace su hijo y siete meses más tarde su marido muere repentinamente. Por entonces se dedica con mayor ímpetu a la escritura y al magisterio. Comienza a gestarse la Revolución Farroupilha, en Porto Alegre, que pretendía transformar el sur en una nación, un estado independiente del gobierno central brasileño. En ese clima de tensión, Nísia decide mudarse a l Rio de Janeiro en 1837.
Al poco tiempo inaugura el Colegio Augusto, donde se brindaba a las estudiantes mujeres el mismo currículo de los colegios para varones.
Nísia trabajó firmemente en la reivindicación de la igualdad de derechos en la educación.
En su escuela, las niñas aprendían matemáticas, ciencias naturales, portugués, literatura. Siendo la famosa materia ‘economía doméstica’ erradicada de su currículum.
Otras de sus publicaciones fueron La Joven Completa y Fany o El Modelo de las Doncellas y Consejos a mi hija (1842), donde postula la necesidad de educar a las mujeres, en busca de su propia emancipación.
En 1848 publica el poema Lágrima de un Caeté compuesto de 712 versos, en los que tematiza sobre la degradación y la esclavitud de los indígenas brasileros, colonizados por el hombre blanco. En esta publicación relata el drama vivido por los liberales durante la Revolución Praieira reprimida en Pernambuco en febrero 1849. Es por tocar estos temas y construirlos en letra escrita, por lo que se la considera la pionera de la literatura indigenista brasilera, al defender ideas liberales republicanas en un país dominado por Monarquía Imperial.
Para 1856 se embarca hacia Europa, recorriendo varios países y escribe diversos libros que son publicados en Italia, Francia e Inglaterra, entre ellos La Mujer (1859).
El 24 de abril de 1885 Nísia Floresta fallece en Rouen, Francia. En 1954, el gobierno construyó un mausoleo para ella, en Papari su ciudad natal, que en esa época ya había pasado a llamarse Nísia Floresta en su homenaje.
En su libro Lágrima de um Caeté los indígenas son retratados como oprimidos por el blanco invasor, haciendo hincapié en la resistencia de éstos contra la colonización portuguesa:
Hierro nos trajo / Fuego, truenos / Y de
cristianos / Los corazones // Y sobre nosotros /
¡Todo arrojó! / ¡De nuestra tierra / Nos despojó!
No hay comentarios:
Publicar un comentario