Por Mario Efron
La innovación y la búsqueda de nuevos sonidos es una constante en la historia de la música y de los instrumentos musicales. Las búsquedas son variadas, mejorar la afinación, el timbre, lograr un registro más amplio, poder tocar en distintas tonalidades, etc. En el caso de la sachaguitarra, la búsqueda de su creador Elpídio Herrera, tuvo que ver con recuperar un sonido olvidado, que tiempo atrás, se había escuchado en su pueblo, Atamishqui, en la provincia de Santiago del Estero.
Según el propio Elpídio cuenta, su primera intención fue la de reconstruir un antiguo instrumento utilizado hace muchos años por los campesinos, llamado Caspiguitarra, caspi en quichua quiere decir palo por lo tanto la traducción al español de su nombre sería guitarra de palo. Este sencillo instrumento consiste en una madera plana con un mástil con trastes, similar al de una guitarra. Tiene un encordado de seis cuerdas, las cuales se afinan con un rudimentario sistema de clavijas de madera. Según cuenta la historia, Elpídio presentó su réplica de la caspiguitarra en un programa de radio y una señora que escuchó la audición le acercó una calabaza grande que había crecido en su casa pensando que él le podía dar una utilidad. La caspiguitarra originariamente no tiene caja de resonancia por lo cual imagino que su sonido debe ser bastante bajo. Elpídio encontró en la calabaza de su vecina el material perfecto para construir una caja de resonancia para la caspiguitarra. Esta búsqueda fue el primer paso para la creación de la sachaguitarra, nombre que sugiere Sixto Palavecino para este nuevo instrumento. Sacha en quichua significa del monte, por lo tanto su nombre en español es guitarra del monte.
Pero las transformaciones no terminaron ahí. A la altura de la quinta cuerda Elpídio realizó una perforación en la tapa. Esta perforación permite la entrada y salida de un pequeño arco con cerda de crin de caballo que se sujeta con los dedos. Con la sachaguitarra estamos en presencia de un cordófono del cual se puede obtener sonido frotándolo como un violín, o punteándolo y rasgándolo como una guitarra. Esto permite al músico arrancar de este instrumento una gran variedad de timbres y sonidos que Elpídio siente propios de su paisaje y como dice en esta entrevista al diario La Nación “…la sachaguitarra me da la posibilidad de asemejarme mucho a aquello que uno pretende imitar que es el propio monte, el propio paisaje.”
Lo que más me gusta de la historia de Elpidio y la sachaguitarra es su afán por investigar, por intentar llegar a ese sonido que lleva en su memoria o del cual le hablaron. Animémonos a imitarlo, quedan muchos sonidos por descubrir.
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