En mitad de la semana, en mitad de la ruta, Sandra Medina (la Negra) nos aportó desde el movimiento y desde la tradición Yoruba, dejándonos su voz, con su bello fluir, y estas palabras.
En esta ocasión voy a hablarles del Agua, memoria del tiempo. Agua, que vio nacer y morir innumerables especies. Que ha comulgado con la tierra, fertilizándola, ha nutrido la semilla para que sea fruto, ha saciado la sed de hombres y animales. Así, danzando su ciclo se transforma en lluvia, regándonos de amor y de vida. Dejándonos su canto en su bello fluir, como un río.
Y así también, el hombre comulgó con el agua y bebiendo de su manantial, sintió como se transformaba en su interior hasta deshacerse en el éter. Para dejar fluir sus emociones.
De esta forma, el espíritu del agua es la inspiración del hombre, que lo llevo a regalarle música, danzas, cantos, flores, festejos. El pueblo Yoruba, en África, llamó al espíritu del agua Oxum; vestida de oro, fecunda, danzante, llena de miel. Oxum; portadora del espejo, reflejo de la belleza, con largos cabellos para peinar y tejer. Oxum, contemplando con paciencia el crecimiento de los hijos de la tierra.
Cuenta la leyenda que un día Olodumare, dios en el cielo, se enojó con el hombre e hizo que el río subiera a los cielos, dejando de esta forma solo la huella de lo que fue su caudal.
Como todo comenzó a morir, Oxum consultó al oráculo, cuya respuesta fue que para recuperar su cuerpo y seguir caminando sobre la tierra debía cocinar tres platos deliciosos y llevarlos al cielo. Ella, llena de amor y de confianza cocinó sus mejores manjares y partió.
Al comienzo de su recorrido se encontró con Exu, el mensajero entre los dioses y el hombre a quien le convido unos de sus manjares, así éste le abrió paso para que continuase. Más adentrado el camino se encontró con Obatala el escultor del hombre a quien invito con otro de sus manjares y este le mostró las puertas del cielo.
Finalmente en el portal del cielo se encontró a dos niños y les ofreció su tercer manjar. Al ver todo esto Olodumare se conmovió y le devolvió su cuerpo.
Así fue como nuevamente el río fertilizó la tierra, hizo crecer a la semilla y sació la sed de sus hijos, vestida de oro fluyen sus aguas, vivificando y transformando todo a su paso.
Para el pueblo Yoruba la llave de la tracción es el arte culinario, de esta manera ellos preparan diferentes platos, entre los más comunes están: las tortas y la feijoada que ofrecen junto con balaios (cestos de mimbre) llenos de flores, perfumes, alhajas, peines, espejos, para agradar a Oxum y pedirle fertilidad, amor y protección para los niños.
De esta manera se dirigen en procesión al río y al ritmo del tambor cantan y danzan festejando al espíritu del agua como ser esencial, dador de vida.
Por Sandra Medina
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