Casos y Letras : Paredes de papel

Por Natacha di Persia
Una sola vez escribiste una frase, con tiza negra: “A mi también me duele”
No duró dos horas, y esta vez la policía en persona la hizo desaparecer.
Después solamente seguiste haciendo dibujos.
Julio Cortázar. “Graffiti”


¿Qué sucede cuando las letras se escapan del papel? ¿Qué pasa cuando no hay un libro mediante?
No es nuevo que se utilice la piedra como soporte de expresión, quizás las pinturas rupestres sean el inicio del hombre pintando y construyendo el mundo que conocía. Los casos son muchos: marineros que bajaban de sus barcos y tallaban sus nombres en tierras extrañas, romanos que hacían objeciones políticas en los muros o cristianos que dejaban su ideología a través de un pez en las paredes de las catacumbas, cuando eso estaba prohibido.


Los graffitis se caracterizan por utilizar como papel las superficies urbanas, creando en los muros del espacio público otro medio de comunicación alternativa, manifestando muchas veces desde el anonimato un imaginario colectivo.

Tal expresión como intervención urbana, va a saltar el molinete de la prohibición para conformar un espacio de lucha, tomando lo público como escenario para sus manifestaciones, irrumpiendo el orden establecido. Los graffitis se presentan haciendo visible su oposición al imaginario instituido, creando nuevas significaciones sobre lo estipulado.

La necesaria velocidad en la producción y la conciencia de estar haciendo lo que no se debe, le atribuyen al mensaje una riqueza particular que se traduce sensitivamente, creando un extraño vínculo de complicidad.
En la modernidad las piedras se hicieron paredes, en Francia la primavera florecía en los adoquines y se escriban frases como “la poesía esta en la calle” advirtiendo que los medios eran del capital pero las paredes del pueblo.

El continente americano se sumó al movimiento. En Estados Unidos a fines de la década del ´60, por las calles de Nueva York un joven apodado “Taki” comenzó a escribir su nombre y su dirección por todos los lugares donde pasaba, este hecho llama la atención de numerosos jóvenes de los barrios marginales, que empiezan a ver en esta practica una forma de expropiar espacios.

En América latina el descontento y la imaginación toman el aerosol como una herramienta artística y hacen de lo oculto y lo íntimo algo público. Las reivindicaciones políticas, las convocatorias y las historias de amor se leen desde los colectivos. Los edificios, gigantes de piedra, no solo hablan de su arquitectura sino que se convierten en libros abiertos.

Nicolás Arancibia, escritor chileno, publica en el 2009 su libro, No rayes: Graffiti de baños en Santiago, cuya especificidad radica en tratar de mostrar la sociedad chilena desde las paredes de los baños públicos.
A través de una serie de fotos tomadas por Gabriel Rodríguez y Mauricio Olivares, va ir mostrando otra identidad literaria, subterránea, a la que todos y todas tenemos acceso en lo cotidiano.

La pared del baño de un bar se transforma en un pizarrón donde un tipo de escritura clandestina dice lo que no se puede decir- “el lesbianismo es una enzima de la otra” “masturba tus pensamientos y eyacularas ideas”- y que, precisamente, en este juego de escribir lo que no esta permitido se legitima. Lo sucio, lo oculto, lo prohibido, dan licencia a la imaginación y crean otro mundo literario.

El autor logra exponer la cultura chilena desde otro ángulo, mezclando ladrillos y palabras, el baño y la literatura, haciéndonos a todos destinatarios de un mensaje al que podemos llegar levantando la vista.


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