Por Sandra Medina
La tierra gesta con su calor, en su interior crece un intenso fuego, transformador, purificador, que emerge desde las profundidades a través de volcanes, de esa manera la lava genera vida a bellas formaciones rocosas, que entran en comunión con el espíritu de otros elementos, el aire, el agua, para juntos dar formas a fragmentos mas pequeños, las piedras.
De esta forma la humanidad siguiendo la ruta de las piedras, construyó cabañas de forma circular, de adobe, de piedra volcánica y barro; también de varas de sauce, ocotillo, o algún tipo de vara flexible y cubrió esta estructura de cobijas. En el interior de estas construcciones, en el centro hay un hueco donde se introducen las piedras portadoras del fuego sagrado. Así representaron el vientre de la tierra.
En América a estas construcciones se las conoce como Temazcal, recinto sagrado donde el hombre comulga con el cosmos para sanar su cuerpo, su alma. Es a través de estos baños de vapor donde se logra un equilibrio con los cuatro elementos. Así se entra al vientre de la madre, se cuece y sale como al nacer con la cabeza por delante.
Es en presencia del calor donde las enfermedades del cuerpo y del alma sale para afuera, dando lugar a la salud, a la plenitud.
Los temascales respetan una intención en su ritualidad, el sentido circular, la fase envolvente de la creación por la cual se suceden todos los ciclos, los cuatro puntos cardinales, representados por el norte, sur, este, oeste, representación de cuatro caminos diferentes, de cuatro portales.
Así esta asociado a ritos de iniciación, purificación, trabaja con plantas medicinales que pueden ser bebidas en forma de infusión, te, o que pueden ser utilizadas como sahumadores. Todo depende del temazcalero que oficie la ceremonia.
Así hombres y mujeres son paridos por la tierra, en esta comunión y fusión de todos lo elementos. Donde la enfermedad, se transforma en salud, en una perfecta danza alquímica. La danza de dar vida.
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