Casos y Cosas (México)

El día de los muertos.
Por Estefanía Abamonte

Según la creencia de la civilización mexicana antigua, cuando una persona muere, su espíritu continúa viviendo en Mictlán, el lugar donde residen las almas que han dejado la vida terrenal. Allí, las almas reposan plácidamente hasta el día en que retornan a sus antiguos hogares para visitar a sus parientes. Ese día, designado por la costumbre es el llamado “Día del Muerto”, llevado a cabo el 2 de Noviembre en la mayoría del territorio de México. La fiesta más conocida se realiza en Janitzio, una de las islas del lago de Pátzcuaro, ubicado en el Estado de Michoacán Allí, los pobladores de Pátzcuaro y de la isla inician la celebración desde la tarde del primero de noviembre con la caza del pato sagrado criado en el Lago de Pátzcuaro. El pato que se caza, se cocina para dar de comer a quienes esperan a los difuntos en la madrugada. Durante el día, los vivos preparan una serie de ofrendas y altares, para atraer a los seres queridos difuntos a sus hogares. En los altares de muertos se pone comida y objetos, de acuerdo a los gustos del muerto al que se dedica el altar, para que cuando venga a visitar a sus familiares, esté cómodo y se vaya contento. En el transcurso de esta visita, vivos y muertos no se ven mutuamente, pero sienten fuertemente sus presencias.

El origen de esta creencia se remonta al tiempo de la conquista española en la región mexicana de “Michoacán”, lugar de lagos. Luego de una serie de constantes conquistas, los españoles lograron dominar todo el territorio michoacano y sostuvieron guerras con los vecinos. Los pobladores de Michoacán, los michoaques, se rindieron en paz tras la conquista de Tenochtitlán. Sin embargo, ignorando la actitud pacífica de los michoaques, se emprendió contra ellos una guerra cruel y despiadada, despoblando su reino. Luego se comenzó a fondo la conquista espiritual de la región, y de ella resultó un sincretismo religioso poniéndose en evidencia, por ejemplo en la ceremonia del Día del Muerto, en donde el concepto indígena de la muerte se empareja con las ideas cristianas del paraíso y el más allá.

Se dice que en esta noche, surge el espíritu de la princesa Mintzita, hija del Rey Tzintzicha, y el espíritu de Itzihuapa, Príncipe heredero de Janitzio. Ambos enamorados, no pudieron desposarse por la inesperada llegada de los conquistadores. El Rey Tzintzicha, padre de Mintzita, fue apresado y su hija quiso rescatarlo ofreciendo a los conquistadores el tesoro que se encontraba bajo las aguas de sus lagos, entre Janitzio y Pacanda. Itzihuapa se ofreció a extraer el tesoro, y en ese momento se vio atrapado por veinte sombras que lo sumergieron bajo las aguas. Fue así como Itzahuapa quedó convertido en el vigésimo primer guardián de tan fantástica riqueza. Desde ese momento, se dice que en la noche del día de muertos despiertan todos los guardianes del tesoro, dirigiéndose desde las aguas de Janitzio, hacia la empinada cuesta de la isla. Los dos Príncipes, Mintzita e Itzihuapa se dirigen bajo la luz de la luna, al panteón para recibir la ofrenda de los vivos.

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