Sabores Clandestinos (México)

Por Mariela Zunino, con la colaboración de Hernán Navarro

“…fue hallado el maíz y de esto fue hecha la carne del hombre y su sangre, cuando fue formado.” (Popol Vuh, libro sagrado)

Poco tiempo atrás, cuando dedicamos el programa a la cultura de Colombia, en esta misma columna hicimos hincapié en la importancia del maíz en las culturas latinoamericanas.

Hoy nos vemos obligados a profundizar más sobre este alimento milenario debido a que México es centro origen y cuna de diversidad del maíz. Existen más de 60 variedades, que se combinan en cientos de colores y sabores. El elote o choclo, además de ser la base de la alimentación mexicana, posee un gran valor espiritual e identitario. Para las y los mexicanos, el maíz es cultura, identidad y espíritu. Es componente del tejido social de la familia y la comunidad.

Según los periodistas de La Jornada del Campo, Cristina Barros y Marco Buenrostro, la cocina tradicional mexicana es una bella historia de resistencia: aunque la invasión española desgarró las formas de vida indígena, la alimentación se conservó casi intacta. La influencia fundamental de esta gastronomía es indígena, y se sustenta en el maíz. La riqueza culinaria se basa en la inmensa diversidad de sabores y colores del maíz, y a la vez en la presencia de 62 grupos étnicos que “han sabido aprovechar y preservar de manera inteligente los recursos naturales, transformando los ingredientes en sabrosas preparaciones.”

Sin embargo, durante las ultimas décadas, la cultura y la economía del maíz en México ha sido fuertemente golpeada por la instauración de las políticas de corte neoliberal. La entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte entre México, Estados Unidos y Canadá, perjudicó profundamente a las y los campesinos cuya economía siempre ha girado en torno al maíz. Tal es así que México comenzó a importar el maíz de los Estados Unidos. Allí es más barato porque el gobierno estadounidense apoya con altos subsidios a los agricultores, cuando a la vez exige al gobierno mexicano que no apoye a sus campesinos…

El 30% del maíz que se consume en México es de procedencia estadounidense y en su mayor parte es transgénico. Esto quiere decir que se le introdujeron genes de otras especies para hacerlo más resistente.

Además, la historia del campo mexicano vive un momento crucial: hace dos meses el gobierno del presidente Felipe Calderón autorizó la siembra experimental de maíz transgénico, abriendo la puerta a una futura siembra comercial impulsada por empresas multinacionales como Monsanto.

Después de una larga tradición de miles de años, el maíz mexicano ha logrado adaptarse frente a plagas, temperaturas y suelos muy distintos. Gracias al trabajo de las y los campesinos e indígenas, el maíz se ha conservado y ha sido mejorado a partir de los conocimientos ancestrales de los agricultores.

La introducción del transgénico desde los Estados Unidos, aunado a la siembra de este maíz en territorio mexicano representa un ecocidio para el pueblo de México y el mundo. La contaminación de variedades nativas pone en riesgo la valiosa herencia de los cultivos tradicionales. Además, la aplicación en el campo del “modelo Monsanto” implica la pérdida de biodiversidad y contaminación de suelos y aguas por la toxicidad y mayor uso de agroquímicos, la concentración de tierras y ganancias en unas pocas empresas, y la pérdida de soberanía de las y los campesinos que deben comprar la semilla y su agroquímico en paquete, y muchas veces pagar regalías a las transnacionales por las semillas patentadas. En consecuencia, un modelo que sólo beneficia a grandes empresas y deja en la ruina a cientos de campesinos.


“Sembrado para comer es sagrado sustento del hombre que fue hecho de maíz.
Sembrado para negocio es el hambre del hombre que fue hecho de maíz.”
Miguel Ángel Asturias, “Hombres de maíz”

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