Por Nicolas Falcoff
Los mares han sido vías de escape, de conquista, de comunicación e intercambio entre culturas a lo largo de la historia de la humanidad. Antes de la era digital, del desarrollo de las telecomunicaciones y los transportes aéreos, la primera gran puerta hacia el resto del mundo que tenían los pueblos fue justamente el océano.
A su vez, la condición de isla, de estar rodeado de agua, remite al aislamiento. En la isla se está aislado, pero a su vez, las pequeñas porciones territoriales que se erigen sobre el agua son puntos de encuentro continuamente enriquecidos por los viajeros, que por allí han circulado y se asientan continuamente. Los archipiélagos son justamente un conjunto de islas separadas por el mar y a su vez unidas por su condición. La isla siempre tiene un halo de misterio, de interés, de particularidad que animan al viajero a sumergirse en ellas. Unidas y delimitadas a la vez con su particularidad. El archipiélago conformado por las Islas Baleares son uno de los faros que iluminan el mar interno más grande del mundo: El mediterráneo. Aguas plagadas de historia de cultura y por supuesto de música. Un mar que baña tierras africanas, europeas y asiáticas rodeando las tres penínsulas del sur de Europa (la ibérica, la itálica y la balcánica), la península asiática de Anatolia y como si esto fuera poco, se conecta con el mar rojo, el mar negro y por medio del estrecho de Gibraltar el mediterráneo sale a mar abierto en el océano atlántico. Este mar fue clave para fenicios, griegos y romanos. Estos últimos lo denominaron Mare Nostrum debido a que todas sus orillas pertenecían a su imperio. Mediterráneo etimológicamente hace referencia a estar en “medio de las tierras”. Rodeado de pueblos, culturas y civilizaciones. Estas características hacen del mediterráneo un lugar clave, estratégico por el cual han transitado desde hace siglos pueblos de diversas latitudes. Es por eso que indagar en las Baleares, islas plenamente mediterráneas es bucear por un amplio arrecife cultural plagado de texturas, sonidos, timbres y ambientes que remiten a Europa, Asia y Medio oriente.
La extensa biodiversidad que se da en la flora y fauna marina de este mar se corresponden con la multiplicidad cultural que allí es posible encontrar. Pero a su vez, este mar es uno de los que mayor nivel de contaminación por hidrocarburos posee. Por ende muchas de las especies naturales que alberga están en peligro de extinción. Lo mismo sucede en paralelo con algunas manifestaciones culturales y populares. Al menos desde el punto de vista de la cultura humana el mejor modo de combatir esta tendencia es conservar, recorrer, recordar y difundir aquellos sonidos que han sido protagonistas durante siglos de estas mágicas aguas que bañan tres continentes e infinidad de mundos.
Los mares han sido vías de escape, de conquista, de comunicación e intercambio entre culturas a lo largo de la historia de la humanidad. Antes de la era digital, del desarrollo de las telecomunicaciones y los transportes aéreos, la primera gran puerta hacia el resto del mundo que tenían los pueblos fue justamente el océano.
A su vez, la condición de isla, de estar rodeado de agua, remite al aislamiento. En la isla se está aislado, pero a su vez, las pequeñas porciones territoriales que se erigen sobre el agua son puntos de encuentro continuamente enriquecidos por los viajeros, que por allí han circulado y se asientan continuamente. Los archipiélagos son justamente un conjunto de islas separadas por el mar y a su vez unidas por su condición. La isla siempre tiene un halo de misterio, de interés, de particularidad que animan al viajero a sumergirse en ellas. Unidas y delimitadas a la vez con su particularidad. El archipiélago conformado por las Islas Baleares son uno de los faros que iluminan el mar interno más grande del mundo: El mediterráneo. Aguas plagadas de historia de cultura y por supuesto de música. Un mar que baña tierras africanas, europeas y asiáticas rodeando las tres penínsulas del sur de Europa (la ibérica, la itálica y la balcánica), la península asiática de Anatolia y como si esto fuera poco, se conecta con el mar rojo, el mar negro y por medio del estrecho de Gibraltar el mediterráneo sale a mar abierto en el océano atlántico. Este mar fue clave para fenicios, griegos y romanos. Estos últimos lo denominaron Mare Nostrum debido a que todas sus orillas pertenecían a su imperio. Mediterráneo etimológicamente hace referencia a estar en “medio de las tierras”. Rodeado de pueblos, culturas y civilizaciones. Estas características hacen del mediterráneo un lugar clave, estratégico por el cual han transitado desde hace siglos pueblos de diversas latitudes. Es por eso que indagar en las Baleares, islas plenamente mediterráneas es bucear por un amplio arrecife cultural plagado de texturas, sonidos, timbres y ambientes que remiten a Europa, Asia y Medio oriente.
La extensa biodiversidad que se da en la flora y fauna marina de este mar se corresponden con la multiplicidad cultural que allí es posible encontrar. Pero a su vez, este mar es uno de los que mayor nivel de contaminación por hidrocarburos posee. Por ende muchas de las especies naturales que alberga están en peligro de extinción. Lo mismo sucede en paralelo con algunas manifestaciones culturales y populares. Al menos desde el punto de vista de la cultura humana el mejor modo de combatir esta tendencia es conservar, recorrer, recordar y difundir aquellos sonidos que han sido protagonistas durante siglos de estas mágicas aguas que bañan tres continentes e infinidad de mundos.
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