
En la cultura Hawaiana (y no solo en ella), lo importante es recaer en esos intersticios resistentes, que forman parte de las tradiciones, la narrativa, la resignificación de aquello que “viene de afuera”.
En 1893, el Reino de Hawai es derrocado en nombre de los Estados Unidos. A principios de ese mismo año se conforma un Comité de Seguridad, que aunaba a los americanos y europeos plantadores de azúcar (descendientes de los misioneros), y proclaman un Gobierno provisional. Obviamente este gobierno fue reconocido por EEUU, pero no así por el propio pueblo hawaiano. Ese mismo año, este gobierno ilegítimo propone la utilización de la bandera norteamericana como propia, y Hawai se convierte así en protectorado de los Estados Unidos. Para 1898, se firma una resolución donde las islas son anexadas y se específica que todos los tratados con naciones extranjeras quedan suspendidos, para ser sustituidos por las leyes de los EEUU.
Obviamente este relato puede continuar en la descripción de las atrocidades que se han cometido, devastando el bienestar del pueblo hawaiano y arremetiendo contra su propia identidad cultural, pero queremos hacer un parate en uno (entre tantos otros) de esos intersticios resistentes a esta violencia.

Hacia 1982, Israel lanza su primer disco solista Ka'ano'i, y sigue esta trayectoria con un disco que lo hizo circular no solo al interior de las islas sino también en otros países: Facing Future (1993). Es en ese disco donde Iz realiza una composición nueva mezclando las canciones” Somewhere over the rainbow” y “What a wonderful world”, en una muy hermosa y cálida obra.
Su recorrida como solista no fue muy extensa (lo que no niega su profundidad), grabó alrededor de 5 discos hasta 1997. En ese mismo año, el 26 de junio, a sus 38 años, Iz falleció sufriendo graves problemas de salud.
Algo a destacar en este artista, que ha dejado una profunda huella en la vida hawaiana, es que fue parte de la pequeña minoría nativa de las islas, y que sus canciones (tanto sus letras como su música) reivindican la liberación de su pueblo, y retoma gran parte de las tradiciones heredadas. Claro está, que a veces la cooptación de algunas de sus obras, sin una adecuada contextualización no deja más que una amena banda de sonido, utilizada en películas y series estadounidenses (paradójicamente). Entender esta utilización nos lleva a caer en su importancia. Su música seguirá dando vueltas, seguirá circulando.
Escuchando a Iz uno puede hacer un viaje por esas imágenes que describe, recaer en la dulzura de su voz, en la alegría que transmite, en la armonía colectiva que nace desde su canción y en recuperar de alguna forma algunos de sus relatos para adentrarnos en aquella voz otra, que intentó ser borrada desde hace largo tiempo.
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