Por Mario Efrón
El shakuahchi es una flauta de bambú, que si bien deriva de un instrumento chino, es en Japón donde se desarrolló hasta llegar al modelo que conocemos actualmente.
Consiste en un tubo de bambú de una sola pieza, con cuatro agujeros en la parte delantera y uno en la parte posterior. Para producir el sonido el músico debe dirigir la columna de aire hacia un bisel finamente tallado sobre el bambú. Este bisel es una de las piezas fundamentales del instrumento porque es el lugar donde se produce el sonido. Se trata de un corte diagonal sobre la caña, similar al de la quena pero un poco más grande. Para que sea más filoso y resistente, se reemplaza el bambú del bisel por una incrustación de hueso o alguna madera dura como el ébano.
Si bien su diámetro interno prácticamente no varía, en la parte externa se va ensanchando hacia abajo. Esto se debe a que se construye con una caña cortada desde la raíz, de la que se conserva una parte. Esa especie de nudo que vemos al final del instrumento es, ni más ni menos, que la raíz del bambú. Esto quiere decir que, de una caña, que tarda años en desarrollarse, podemos construir un solo shacuhachi. Cabe aclarar que, antes de utilizarla se somete a un largo proceso de secado.
El nombre shakuahchi deriva de una antigua unidad de medida utilizada en Japón el shaku, equivalente a 30,3 centímetros. Shakuahchi quiere decir entonces un shaku y 8 sun, que es una décima parte de un shaku. Haciendo un poco de matemática sería 30,3 cm. más 8 sun (24,24 centímetros), o sea 54 centímetros y medio. Eso es lo que mide un shakuhachi.
Al tocar este instrumento el músico no busca un resultado artístico, sino que lo utiliza para practicar un tipo de meditación llamada Suizen o meditación soplada. Está práctica fue adoptada por los monjes Komuso “monjes de la estera del junco” los que mendigaban por todo Japón tocando el shakuachi, así lo cuenta Horacio Curti, un destacado músico argentino e interprete de esta antigua flauta.
La música que se desprende de los cinco agujeros de esta flauta pentatónica es muy especial. Es una mezcla de precisión y calma, sutileza y aspereza, tensión y reposo. Se podría comparar con el movimiento de un pincel pintando ideogramas japoneses, movimientos precisos que resultan en líneas cargadas de expresividad. Para producir todas estas sensaciones, el músico se vale de una compleja técnica que consiste en ornamentar las melodías por medio de movimientos de la cabeza, modificaciones en la digitación y en la columna de aire.
A continuación escucharemos Hon Shirabe, melodía tradicional interpretada por el músico Tajima Tadashi y registrada en su disco maestro del shakuhachi.
El shakuahchi es una flauta de bambú, que si bien deriva de un instrumento chino, es en Japón donde se desarrolló hasta llegar al modelo que conocemos actualmente.
Consiste en un tubo de bambú de una sola pieza, con cuatro agujeros en la parte delantera y uno en la parte posterior. Para producir el sonido el músico debe dirigir la columna de aire hacia un bisel finamente tallado sobre el bambú. Este bisel es una de las piezas fundamentales del instrumento porque es el lugar donde se produce el sonido. Se trata de un corte diagonal sobre la caña, similar al de la quena pero un poco más grande. Para que sea más filoso y resistente, se reemplaza el bambú del bisel por una incrustación de hueso o alguna madera dura como el ébano.
Si bien su diámetro interno prácticamente no varía, en la parte externa se va ensanchando hacia abajo. Esto se debe a que se construye con una caña cortada desde la raíz, de la que se conserva una parte. Esa especie de nudo que vemos al final del instrumento es, ni más ni menos, que la raíz del bambú. Esto quiere decir que, de una caña, que tarda años en desarrollarse, podemos construir un solo shacuhachi. Cabe aclarar que, antes de utilizarla se somete a un largo proceso de secado.
El nombre shakuahchi deriva de una antigua unidad de medida utilizada en Japón el shaku, equivalente a 30,3 centímetros. Shakuahchi quiere decir entonces un shaku y 8 sun, que es una décima parte de un shaku. Haciendo un poco de matemática sería 30,3 cm. más 8 sun (24,24 centímetros), o sea 54 centímetros y medio. Eso es lo que mide un shakuhachi.
Al tocar este instrumento el músico no busca un resultado artístico, sino que lo utiliza para practicar un tipo de meditación llamada Suizen o meditación soplada. Está práctica fue adoptada por los monjes Komuso “monjes de la estera del junco” los que mendigaban por todo Japón tocando el shakuachi, así lo cuenta Horacio Curti, un destacado músico argentino e interprete de esta antigua flauta.
La música que se desprende de los cinco agujeros de esta flauta pentatónica es muy especial. Es una mezcla de precisión y calma, sutileza y aspereza, tensión y reposo. Se podría comparar con el movimiento de un pincel pintando ideogramas japoneses, movimientos precisos que resultan en líneas cargadas de expresividad. Para producir todas estas sensaciones, el músico se vale de una compleja técnica que consiste en ornamentar las melodías por medio de movimientos de la cabeza, modificaciones en la digitación y en la columna de aire.
A continuación escucharemos Hon Shirabe, melodía tradicional interpretada por el músico Tajima Tadashi y registrada en su disco maestro del shakuhachi.
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