João Jango Goulart, quien fuera asesinado en diciembre de 1976 en la República Argentina por consecuencia de la Operación Cóndor, había asumido la presidencia del Brasil en 1961, tras la renuncia de Jânio Quadros. Jango, había intentado ciertas reformas sociales y económicas que no tuvieron éxito, a causa de las conspiraciones de la CIA y del gobierno estadounidense de Lyndon Johnson.
El 31 de marzo de 1964, el presidente Jango es derrocado, teniendo que abandonar el país y huir al exilio Uruguay. Un grupo de militares brasileños liderado por Humberto Castelo Branco, Jefe de Estado Mayor del ejército, iniciará un interminable camino de sucesiones de presidentes fácticos que afectarán decididamente la economía del gigante del sur.
Un año más tarde, una ley redujo las libertades civiles, aumentó el poder del gobierno y confió al Congreso la tarea de designar al presidente y al vice-presidente.
Para 1968, Brasil estaba sumido en una violenta dictadura militar a cargo de un ex ministro de Guerra, el mariscal Artur da Costa E Silva. La represión y la censura se hacían insoportables, el único partido aceptado por el gobierno era El Movimiento Democrático Brasileño, que se negó a presentar candidaturas debido a la privación de los derechos electorales de los adversarios. Mientras, se construían los cimientos neoliberales que afectarían a todo el subcontinente.
Pero las voces nunca son mudas. La cultura brasileña resistía y estaba representada, principalmente, por A Jovem Guarda, que dominaba la escena musical a cargo de Roberto Carlos y Erasmo Carlos, entre otros; el Teatro Oficina y Arena, con los dramaturgos Gianfrancesco Guarnieri, Augusto Boal, Dias Gomes, Oduvaldo Vianna Filho y Plínio Marcos; y el Cinema Novo desarrollado por Glauber Rocha, Nelson Pereyra Dos Santos, Carlos Diegues y Joaquim Pedro de Andrade.
Pero gracias al III Festival de Música Internacional de Río de Janeiro y de la mano de los bahienses Caetano Veloso, Maria Bethania, Gilberto Gil nacía la Tropicalia, un nuevo grupo de músicos que iba a revolucionar la Música Popular Brasileña.
A su vez, también existían artistas como Chico Buarque, que resistían y creaban de manera independiente. Mientras, el gobierno de Costa, asustado por la agitación y el descontento social, se dio poderes ilimitados para efectuar purgas políticas, para efectuar recortes económicos e imponer la censura.
Buarque fue encarcelado en 1968 y un año más tarde partió al exilio. En 1970 se las arregló para volver, pero su empeño por denostar al gobierno represivo no paraba. Escribió Apesar de voçê, que de forma increíble evitó la censura, convirtiéndose en el himno del movimiento democrático. A pesar de la fuerte persecución sufrida, nunca cesó de escribir sobre la situación social del país, por lo que llegó a utilizar palabras y analogías enigmáticas y juegos de palabras. Por ejemplo, en la canción Cálice juega con las palabras "cállese" y "cáliz" donde simula un pasaje bíblico, pero que en realidad se refiere de forma encubierta a la opresión gubernamental. Durante los años siguientes, hasta recuperar la democracia en 1984, colaboró con cineastas, dramaturgos y músicos en trabajos que protestaban contra la dictadura.
Por otra parte, en 1969, la dictadura militar, más bruta que sabia, apartó al poeta Vinicius de Moraes de sus funciones diplomáticas, a quien acusaba de comunista e incompatible con los queaseres burocráticos. Así y todo, es sugerido para formar parte del Ministerio de Educación y Cultura por "sus méritos como hombre de letras y artista consagrado”.
Ese mismo año, Elis Regina Carvalho Costa, quien fuera una de las cantantes brasileñas más populares, se refería a los militares como “gorilas”, término familiar para los argentinos y utilizado en la actualidad por los hondureños para referirse a los golpistas.
Una de las canciones más polémicas y contestatarias que Regina incluía en su repertorio era O bebado e o equilibrist, perteneciente a los compositores Aldir Blanc y Joao Bosco, que en poco tiempo se transformó en un verdadero himno a favor de la vuelta de los exiliados. A pesar de todas estas manifestaciones políticamente incorrectas, su popularidad la protegió de la cárcel.
En agosto de 1969, un ataque cerebral sorprende al primer mandatario Costa E Silva. Los militares, junto con el congreso, eligen para la sucesión al general Emilio Garrastazu Médici. Pero la protesta y el descontento se hacían cada vez más presentes en las calles brasileñas.
El 15 de enero de 1974, tras varios años de constantes presidencias de facto, se llevan a cabo elecciones nacionales. A pesar de esto, cabe decir que los comicios nunca dejaron de oler a farsa. Fue así que el general Ernesto Geisel, presidente de la empresa petrolera estatal Petrobras, accedió al poder, venciendo a Ulysses Guimarães, fundador del MDB, una vez más, único partido autorizado para participar en el sufragio.
Geisel, estableció una política de corte liberal. Descomprimió la censura sobre la prensa y permitió a los partidos volver a la actividad política. De todas maneras, las censuras fueron restablecidas en los años siguientes. En 1979, otro militar, João Baptista de Oliveira Figueiredo, sucedió a Geisel.
Recién en 1985, fue elegido Tancredo Neves como el primer presidente civil después de 21 años. Pero murió antes de asumir. El vicepresidente José Sarney lo reemplazó. Éste, debió enfrentarse a un proceso hiperinflacionario y a una deuda externa que había crecido de forma escandalosa, por lo que impuso un plan de austeridad, creando una nueva moneda a la que llamó Cruzado. A su vez, en 1988 entró en vigor una nueva constitución. Alegaron, que para fortalecer la democracia.
En el marco de este nuevo estatuto, en 1989 fue elegido como presidente Fernando Collor de Melo, candidato conservador del Partido de Reconstrucción Nacional, quien será protagonista de innumerables denuncias de corrupción, llevando al país a una nueva debacle económica ceñida por la inflación y las privatizaciones de los recursos nacionales, provocando una de las más tremendas recesiones jamás vividas por el hermano país brasileño.
Es así que Brasil, al igual que el resto de los países latinoamericanos, no logra terminar con la historia semicolonial impuesta con hambre y violencia sobre los pueblos subdesarrollados. Con grandes etapas de crecimiento y otras no tanto, la desigualdad sigue siendo el mayor problema a resolver.
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