Por M. Emilia Sganga
La pregunta por la identidad, la incertidumbre y el desarraigo pueden ayudarnos para comenzar a hablar de Edmond Jabés, pues él las recorre a lo largo de toda su obra, construyendo desde allí su propia identidad.
Al hablar de recorrido, debemos entonces comenzar por algunas breves referencias de su devenir personal, huella imborrable en su obra.
Nacido en el Cairo, el 16 de abril de 1912, hijo de padres judíos y con nacionalidad italiana (heredada de su abuelo y adoptada como protección). En Egipto asiste a una escuela francesa católica, y es así como comienza a escribir sus primeros textos en esa lengua. Desde 1929 comienza una dolorosa persecución, desde el momento en que escribe textos antifascistas, lo que le significó la amenaza de deportación dirigida por el cónsul de Italia en el Cairo.
En 1940, autoridades británicas lo arrestan acusándolo de fascista (por su nacionalidad italiana) y queda liberado al comprobar su militancia en ligas antifascistas. Dos años después se traslada a Palestina, por el avance de las tropas nazis. Luego de nueve meses regresa a Egipto y desde entonces comienza a dedicarse a la creación de la Agrupación de Amistades Francesas, donde se nuclean variados intelectuales francófonos.
Para 1957, el gobierno nacionalista de Nasser, que combatió al Estado judío, precipita su exilio en Francia. País en el que fallece en 1991.
Breve recorrido por su historia, marcada por el movimiento, la salida, la entrada, la persecución, que terminan por marcar su obra con algunas matrices fundamentales como, el exilio, la tradición judaica, el hombre después de Auschwitz.
La escritura sobre el vacío, sobre el exilio que crea sus propias reglas, poética entre el sonido y el silencio, deconstrucción de las palabras y reconstrucción en ese mismo movimiento.
Una de sus obras más imponentes es “El libro de las preguntas” (1963), obra que lo impulsa a crear sucesivos “Libros”, así denominados por el autor, donde se hace presente la herencia bíblica, desde la Torá, hasta el Talmud y la Cábala. Aquí “El Libro” funciona como sustento del exilio, del no-lugar que allí encuentra su espacio de pertenencia, su arraigo transitorio.
Al mismo tiempo genera en el cuestionamiento, sus propias respuestas, que quedan abiertas al lector, a quien construye como el Otro que lo completa. Las voces que aparecen y desaparecen, personajes que entran y salen de sus obras, que caminan el espacio poético, devienen siempre en una nueva pregunta, en un nuevo movimiento. Los cuestionamientos son su guía, y desde allí puede hablar aquello que ha sido callado (y por tanto no ha sido nombrado), así las voces pueblan sus textos dejando huellas del movimiento.
En él la literatura se renueva sobre la tradición y viceversa: “…No puedes liberarte de una palabra; porque la palabra es tu nacimiento y tu muerte”.
Es así como la escritura se convierte en un fuerte compromiso con el Otro, donde se crea un nuevo espacio compartido: “Si una frase, un verso, sobreviven a la obra, no es el autor quien les ha dado ese destino particular a expensas de otros, es el lector”.
Edmond Jabés “El libro de las Preguntas” (1963)
A ti, que crees que existo (fragmento)
«A ti, que crees que existo,
¿cómo decir lo que sé
con palabras cuyo significado
es múltiple;
palabras, como yo, que cambian
cuando se las mira,
cuya voz es ajena?
¿Cómo decir
que no soy
pero que, en cada palabra,
me veo,
me oigo,
me comprendo,
a ti, cuya realidad
renovada
es la de la luz
a través de la cual
el mundo cobra conciencia del mundo
perdiéndote
pero que respondes
a un nombre
prestado?
¿Cómo mostrar lo que he creado
fuera de mí,
hoja tras hoja,
donde todo rastro de mi paso
está borrado
por la duda?
¿A quién se le han aparecido esas imágenes
que ofrezco?
Reivindico, en último extremo, lo que me es debido.
Cómo demostrar mi inocencia
cuando el águila ha volado de mis manos
para conquistar el cielo
que me atenaza?
Muero de orgullo en el límite
de mis fuerzas.
Lo que espero está siempre más lejos (...)
No hay comentarios:
Publicar un comentario