Por M. Emilia Sganga
Nació el 15 de marzo de 1915 en la localidad de Barrancas, ubicada en el Departamento de Salavina, en la provincia de santiago del Estero. Desde su más temprana infancia se desempeñó como arriero, trabajando en el monte, actividad por la que mantuvo una relación arraigada con la flora y la fauna que rodeaba el territorio. Lo que lo convertiría en una especie de investigador y observador de las experiencias de cada uno de los animales que allí habitaba, del registro de cada uno de los sonidos, de las puestas del sol, de los colores que se iban transformando en el cielo. Observaciones que luego logrará expresar en sus melodías.
Su familia hablaba la lengua quichua en su cotidianeidad, y la escuela intentaba inculcarle el castellano con la violencia que implica la prohibición: "Vengo de familias quichuas respirando el idioma desde el vientre de mi madre. Mi primer palabra fue en quichua y de ahí que mis pensamientos y expresiones, sólo fueron en esta lengua. La aprendí de escucharla del habla diaria de mi familia, y, si bien es cierto que interpretaba el castellano, me di cuenta que no sabía hablarlo, cuando un día de escuela, (el maestro) necesitó de un traductor para hacerle conocer mi respuesta a su pregunta; es que le había contestado en quichua, mi lengua de todos los días”.
Desde los 10 años comenzó a tocar el violín, y él mismo se encargó de construir su primer instrumento. Su madre no veía bien esta incursión por la música y le prohibía tocar el violín en la casa. Así fue como Sixto, se internaba en el bosque para hacerlo, mientras contaba sus historias con diferentes melodías. Poco después se decidió a llevar su violín a la casa y mostrarle a los suyos lo que estaba haciendo, y así fue como se fue convirtiendo en “el violinista-sachero”, como él gustaba en llamarse para diferenciarse respetuosamente de los violinistas académicos.
Algo por lo que siempre luchó Sixto Palavecino, fue por la recuperación de su lengua quichua, y así su actividad se fue centrando en la difusión del idioma, sea desde sus canciones, como de las traducciones que realizó (como la traducción del Martín Fierro y el Himno Nacional) y no dudó en diagnosticar el olvido colectivo, la falta de memoria individual y el desprecio público del quichua. Los años ´50 lo encuentran en plena tarea de integración de canciones en quichua dentro de su repertorio.
Para 1969 se encamina hacia una nueva forma de resistencia cultural en la que se propuso la emisión de un programa radial para la “propagación de todas las expresiones de la cultura Quichua: el canto, la música, el cuento, la narrativa, la enseñanza, etc., para llegar por la onda a todos mis hermanos quichuahablantes, dado que para la mayoría de ellos, no es fácil el acceso a los libros del idioma”. Proyecto que se consolidó junto al maestro Domingo Bravo y Felipe Corpos. Y así el 6 de octubre de 1969, comienza a salir al aire por toda la provincia la “Audición Quichua”, que nueve años más tarde se convertiría en “Alero Quichua santiagueño”, y que hoy lleva más de 40 años de emisión.
Variados problemas de salud y dolencias en su espalada y columna hicieron que Sixto tuviera que alejarse de su violín durante los últimos años de su vida. Su salud comenzó a desmejorar notablemente y fallece el 24 de abril de 2009.
Su último disco fue grabado durante el 2002: “Dulzura Quichua”.
La experiencia de vida y la lucha de Sixto Palavecino se convirtieron en una biografía novelada titulada “El violín de Dios”, escrita en 1993 por Lisandro Amarilla y en un documental cinematográfico: “La salvia de algarrobo” (2000), dirigido por Daniel Rojas.
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