Por Hernán Navarro
Son muchas las formas en las que se ha consumido el tabaco a lo largo de la historia: mascando, chupando, inhalando a través de cañas, pipas o liados en formas de las que conocemos como cigarros, y hasta por enema. No obstante, se sabe que los primeros en fumarlo fueron los mayas.
Hay quienes aseguran que nació en las orillas del lago Titicaca y que los pueblos originarios de América lo utilizaban para curar enfermedades, dolores de cabeza y realizar rituales. Además de ser un símbolo de la amistad, muchas tribus le atribuían poderes sobrenaturales.
Los lugares geográficos para que esta planta crezca con eficiencia son escasos. El oeste cubano, en la región de Vuelta Abajo, provincia de Pinar del Río, por su microclima es el territorio ideal para que se cultive el corojo y el criollo de sol, las dos especies fundamentales para la elaboración del puro originario de Cuba. Es en este país donde se consiguen los mejores cigarros, gracias a la tradición y continuidad en su fabricación.
Las hojas de corojo son las que le da la apariencia al cigarro, además de proteger su interior. Su cultivo se realiza debajo de grandes capas de algodón para cuidar que no se rompan las hojas. El criollo de sol crece a la intemperie y se utiliza en el interior del habano.
Los puros o los habanos, cuya denominación es de origen, se diferencian por tamaño, composición y mezcla de distintas especies de tabaco, el lugar de procedencia y tipo de elaboración, ya sea manual o industrial.
Para la elaboración manual se utilizan los tres tipos de tabaco que tiene una misma planta: el ligero, extraído de la corona de la planta, que le otorga fortaleza y sabor; el seco, del centro, que le concede el aroma y el volado, del pie de la mata que facilita su encendido.
El arte de enrollar las hojas se denomina torcido y se divide tres partes: la tripa, es decir el relleno, el capote, como dijimos antes es lo que sostiene la tripa y la capa, que es la terminación del producto. Los cigarros de producción mecánica son de menor calidad y se utiliza el tabaco triturado.
La mejor manera de disfrutar un puro, ya sea proveniente de Cuba o de cualquier otra isla caribeña o canaria, es maridándolo con alguna variedad de café o con cualquier destilado como ron, whisky, coñac o brandy de Jerez. El maridaje consiste en combinar armoniosamente diferentes sabores. Claro que es importante tener en cuenta los distintos perfiles de dos o más productos a combinar.
Cada sabor y aroma entrega su personalidad y fortaleza a la boca. No existe una forma “buena o mala” de mezclar los productos, debido a que las variedades son infinitas y los gustos muy personales. Pero sí es necesario tener en cuenta que ningún ingrediente neutralice al otro, que cada característica se mantenga en boca y nariz el mayor tiempo posible.
Existen muchos mitos con respecto a los puros y su consumo. Es importante mantenerlos en lugares húmedos, para que no se sequen. La heladera no es un buen sitio, debido a que éste es un lugar seco y gran contaminador de sabores. Una buena solución es conservarlos en un baúl, acompañados con vasos cargados con agua para que mantengan humedad.
Otro de los problemas que suelen ocurrir es cuando se intenta calentar el interior del cigarro pasando un encendedor a lo largo del mismo. Esto puede quemar la capa y arruinar el sabor. Hay quienes lo calientan para evitar la variación de temperaturas, pero es necesario saber hacerlo. Tampoco es válido mojar el puro en alguna bebida, debido a que esta práctica lo arruinaría completamente. Claro que cada quien, mientras los disfrute, puede hacer lo que parezca.
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