Por M. Emilia Sganga
Todo comienza en un viaje. Salir de la seguridad cómoda que genera la quietud, renegar de la certidumbre, arrojarse al vacío para encontrar allí el sentido de la experiencia. Si hay algo en lo que podemos caracterizar la escritura de Jack Kerouac, será justamente en la idea del movimiento. Y aunque muchos critiquen esto como algo vacío, no nos haremos eco de aquellas críticas y discusiones que comenzaron allá por los años ´50 (y antes también, claro está) y que se mantienen vivas aún cuando el término “vanguardias artísticas” vuelve a aparecer escrito.
Desde el movimiento y la experiencia, se genera ruptura. Y esos quiebres y fisuras se llenan de sentido, quebrando justamente ciertas estructuras en las que nos encontramos cómodos y sin necesidad de cuestionarnos. Ahora bien, ¿qué sucede cuando esa certidumbre comienza a diluirse y afloran preguntas sobre las que no existen respuestas ya elaboradas? Es justo en ese espacio donde emerge la obra de Kerouac, en ese viaje, que más que recorrido es ruptura, en sus palabras: “procura primero satisfacerte a ti mismo, que luego el lector no podrá dejar de recibir la comunicación telepática y la excitación mental, pues en su cerebro actúan las mismas leyes que en el tuyo”.
Su obra está enmarcada en lo que él mismo denominó la generación beat y en las costumbres de sus contemporáneos que fueron hijos de la posguerra, fueron ellos quienes comenzaron a nombrar esos ritos, esas experiencias, y al nombrarlas fueron ellos quienes les dieron existencia. Generación golpeada, que no encuentra su propia identidad en la proyección hacia un futuro. También allí el viaje se convierte en una metáfora del momento presente. El pasado que aterra y el futuro que no tiene cara ni espacio para la construcción. Es el presente, es el viaje, es el límite el que llena de sentido la experiencia de esta generación. El nomadismo, la desesperación, el exceso y la adhesión a los hechos de la vida cotidiana hacen del presente su fuente de inspiración. Adhesión a la realidad física y a la expansión vital.
En la vida de Jack Kerouac existieron choques y desilusiones. Su infancia estuvo marcada por el fallecimiento de su hermano mayor, y luego su acercamiento, casi fanático, a las lecturas y prácticas de la religión católica. A sus ocho años comenzó a escribir y desde entonces no se alejó de dicha actividad. Recordemos que su infancia estuvo enmarcada en la llamada Crisis del ´30, y las consecuencias que de ella se desprenden quedaron grabadas en las retinas de Kerouac, más tarde vendrá la Segunda Guerra Mundial, la posguerra, la Guerra Fría, y así podemos continuar la lista. Se destacó como estudiante en la escuela secundaria, consiguió un beca de estudios para la Universidad neoyorquina de Columbia, donde conoció a William Burroughs y luego a Neil Cassady, cuya amistad se convirtió en motivo de inspiración. Entre 1946 y 1948 escribió El pueblo y la ciudad, novela que fue publicada en 1950. Al año siguiente escribió En el camino, novela que se convirtió en hito de la de la Generación Beat. Publicada en 1957, el escritor adoptó el modelo de la improvisación del jazz, a lo que denominó como “escritura espontánea”, influenciada específicamente por el “Bop” (estilo de jazz caracterizado por el distanciamiento con respecto a la melodía convencional, poniendo a prueba la vía de la improvisación, denominada “creación espontánea”). Creador del bop y figura idolatrada por Kerouac fue Charlie Parker. Es por esta transposición del estilo del jazz a la literatura que Jack Kerouac es considerado como el exponente literario de la generación bop.
Luego vendrán Los subterráneos (1958) y Los vagabundos del Dharma (1958) novela en la que por medio de la narración de viajes y experiencias de sus personajes el autor intenta teorizar sobre filosofía Zen. En ella es de importancia el espacio que ocupa la construcción de imágenes y momentos, donde intenta eliminar todas aquellas partes del discurso que no fuesen indispensables para el relato. Al año siguiente escribirá Mexico City Blues y en la nota preliminar de tal publicación declarará: "Quiero que se me considere un poeta del jazz soplando un largo blues en una jam session un domingo a la tarde”. Ese mismo año se publicará Doctor Sax y Maggie Cassidy. Seguirán Big Sur en 1962 y La vanidad de Duluoz en 1968 (entre algunas de sus obras publicadas).
Centrándonos en la relación que venimos marcando entre el estilo literario de Kerouac y la influencia del bop, no es casual la siguiente comparación que realiza de Charlie Parker con un Buda redentor:
Charlie Parker, rogá por mí-/ Rogá por mí y por todo el mundo/ en el Nirvana de tu cerebro/ donde oculto, indulgente y enorme/ ya no sos Charlie Parker/ sino el nombre inefable y secreto/ que trae una recompensa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario