En 2006 se declaró la ciudad de Lima como capital latinoamericana de la gastronomía, en la Cuarta Cumbre Internacional de Gastronomía Madrid Fusión. En marzo de este año, la Organización de Estados Americanos mencionó a la gastronomía del Perú con un galardón que hasta entonces no existía: Patrimonio Cultural de las Américas para el Mundo. Además, la revista británica The Economist la clasificó como una de las doce cocinas más importantes del planeta.
Según la agencia china Xinhua “la gastronomía de Perú experimenta un auge sin precedentes y tras haberse posicionado como la primera de América Latina, ahora extiende su sabor e influencia a los otros continentes, compitiendo con las mejores del mundo como la china, la italiana y la francesa”, afirma en su página web en español.
A su vez, Mario Vargas Llosa, quien supo escribir grandes novelas como por ejemplo “La ciudad y los perros” y quien supo además ganarse el odio de todas las personas de bien, llamó a la gastronomía andina el "nuevo imán turístico peruano". La mitad del turismo que llega a Perú lo hace debido a su cocina y el 11 % del producto bruto interno es generado por la cocina.
El denominado “boom de la cocina peruana” comenzó en la década del ´90, durante el siglo pasado. Por lo que deducimos que no todo lo que pasó por aquellos años tiene que ver con Fujimori, ni Fujimori –aunque es obvio, cabe decirlo- con todo lo japonés.
La cocina peruana es, además de una de las mejores en el mundo, como ya queda dicho, también una de las más variadas. La fuerte influencia japonesa es una de las principales, que mezclada con la historia incaica y pre incaica realizan una fusión única. Tampoco deben olvidarse los grandes aportes cantoneses, españoles, africanos y musulmanes.
Tras la independencia, el general San Martín dio lugar a la inmigración europea: se calcula que después de 1850, cuando muere el Libertador, había alrededor de –sin contar a los españoles- una población de 20 mil europeos viviendo en Perú. Los chinos llegaron al país andino a mediados del siglo XIX para servir a la aristocracia nacional, trayendo consigo sus sabores, aromas y costumbres. Casi entrado el siglo XX, la llegada de los japoneses dio el último toque distintivo a esta enorme cocina latinoamericana.
No obstante, la valorización de la gastronomía del Perú no es solo de la última veintena de años. Tras la Guerra del Pacífico (en la que participaron Perú, Chile y Bolivia, entre 1879 y 1883), un fuerte movimiento de los pueblos originarios pusieron en alza la cocina mestiza. A su vez, las clases dominantes comenzaron a incluir en sus dietas recetas autóctonas, dejando de lado –más no sea un poco- el culto francés.
“Sin el indio no hay peruanidad posible”, decía José Carlos Mariátegui, y sin el indio tampoco hay cocina peruana; por lo que cabe destacar la influencia del pueblo Inca. Cereales milenarios, e incluso sagrados para los pueblos originarios, como la quinua, la kañiwa (con este último se prepara un pan llamado kispiño), la maca, denominada “el Ginseng de los Andes” y la kiwicha o amaranto son originales del Perú. Algunos, más antiguos que la civilización incaica.
Otro producto fundamental para el mundo es la papa, de la cual se calcula su nacimiento desde hace 8 mil años en el lago Titicaca ubicado en la frontera entre Bolivia y Perú. La papa es un tubérculo que los inquisidores habían prohibido durante un largo tiempo debido a que se decía que todo lo que crecía por debajo de la tierra era obra del demonio. Solo la utilizaban para alimentar a los –literalmente- cerdos europeos. Hasta que en las épocas de guerra este alimento salvó a medio continente de la hambruna. A partir de entonces, la papa fue reconocida a nivel mundial por su bajo costo y su alto poder nutritivo. Se calcula que hasta la conquista existían unas 4 mil especies; hoy, no se conocen más de 700.
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