Casos y Letras: Eugenio Montale (1896-1981)

Por M. Emilia Sganga

El cuestionamiento en la letra y desde la letra es una de las cadenas que se abrió en la poesía occidental de entreguerras. Período en el que el poeta como sujeto cuestiona su propio lugar como tal, su obra y en definitiva su existencia. Poesía y metafísica unidas en la búsqueda de respuestas que nunca son definitivas, cuestionamientos que no acaban en la búsqueda de respuestas. Poesía sacudida por dos guerras mundiales y golpeada por el ritmo frenético y devastador que genera la búsqueda moderna del “progreso”.

Es en esta perspectiva que podemos abordar la obra del poeta y escritor italiano Eugenio Montale. Nació en Génova en 1896 y durante juventud estudió y trabajó como contador. En materia literaria fue autodidacta, método que lo llevó a frecuentar las librerías de su ciudad natal, investigando y armando su propio recorrido. En sus lecturas comenzó a acercarse a idiomas extranjeros, sobre todo al inglés, y así fue como más tarde se dedicará a las traducciones de obras literarias. Comenzó a interesarse por la filosofía y a tomar clases con su hermana, quien lo guiaba en dicha disciplina. También estudió canto operístico y así fue acercándose a la música, lo que luego le permitió dedicarse a la crítica de obras musicales en variadas publicaciones. 

En 1917, fue incorporado al ejército y participó en la Primera Guerra Mundial, experiencia que más tarde aparecerá en su poesía. Al término de la guerra empezó a relacionarse con los círculos literarios de Génova y Turín, y participó en la fundación de la revista Primo tempo, una publicación muy influyente por entonces. Su obra poética se dio a conocer en 1925 con la publicación de Huesos de sepia, donde construye densos y complejos poemas, con una enorme fuerza expresiva, describe paisajes de su infancia y crea cierto hermetismo en sus poesías. En ese mismo año firma un manifiesto, junto a varios intelectuales contra el fascismo, lo que le traerá complicaciones políticas y persecuciones.

En 1927 se traslada a Florencia para trabajar en la editorial Bemporad y al poco tiempo es nombrado director del Gabinete Vieusseux, una de las bibliotecas más interesantes y completas de la época. En este cargo se desempeñó casi diez años, hasta que fue destituido por el fascismo. Durante los años de la Segunda Guerra Mundial, se dedica a realizar traducciones de autores como Cervantes, Mark Twain, William Faulkner y a la crítica literaria. Y al poco tiempo se trasladó a Milán para ocuparse de la sección literaria del Corriere della Sera. Durante estos años publicará La casa de los aduaneros y otras poesías (1932) y Las ocasiones (1939), sin abandonar del todo la introspección pesimista, comienzan a asomar algunos quiebres de este mundo interno con la presencia de casualidades, hechos fortuitos, que modifican las certidumbres o la vida cotidiana, y que se irán convirtiendo en fundamentales a lo largo de toda su obra.

En 1956 publica La tormenta y otros poemas, uno de sus más celebrados libros, donde se dirige a un interlocutor concreto, rompiendo sus formas de escritura anteriores, concilia el escepticismo con la vitalidad.
Pasará varios años sin publicar sus poesías, hasta que en 1971 llega Satura título que hace referencia al latín “Satura lanx”, un plato de frutas que se ofrecía a los Dioses. En este libro el realismo se apodera de la poesía en un entramado lleno de ironías e intenciones burlescas. Aquí las situaciones cotidianas ganan el terreno y la experiencia se convierte en el objeto poético.

Sus obras y su trabajo cobraron fuerte notoriedad cuando en 1966 fue nombrado senador vitalicio por el presidente Giuseppe Saragat y en el año 1975 fue ganador del Premio Nobel de Literatura.

El recorrido comenzado por Eugenio Montale, corresponde a una de las mayores expresiones del período de guerras en Europa del siglo XX, en su poesía el sujeto se descentra, duda de él mismo, del mundo, la vida y la muerte comienzan a formar parte del mismo movimiento. Al respecto Montale dirá: “La necesidad de un poeta es la búsqueda de una verdad puntual, no de una verdad general. Una verdad del poeta-sujeto que no reniegue de la del hombre-sujeto empírico. Que cante lo que une al hombre con los demás hombres, pero que no niegue aquello que lo separa y lo hace único e irrepetible”.



Hoy está de moda – Eugenio Montale

Todos los días hay una revolución
de estaciones, de pueblos, de ideas.
Sine die es aplazada toda decisión.
Nada es ya estable, sino alguna canción
repetida bajo todas las banderas.
Cuánto se salvará de este temporal
no se sabe. Tal vez después de tanto derroche
incluso la palabra terminará en una zanja.
Nos queda la esperanza de que algún
anacoreta destile resinas doradas
de los troncos putrefactos del saber.

El genio – Eugenio Montale

El genio desdichadamente no habla
por su propia boca.
El genio deja algunos rastros de patas
como la liebre en la nieve.
La naturaleza del genio es que si deja
de andar todos los engranajes son atacados
de parálisis.
Entonces el mundo se detiene a la espera
de que alguna liebre corra sobre improbables
nevadas.
Detenido y veloz en su ronda
no puede leer huellas
pulverizadas desde hace tiempo,
indescifrables.

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