Por Hernán Navarro
En el antiguo Egipto la gastronomía era una de las actividades principales, no sólo por la necesidad biológica que significa la alimentación en cualquier sociedad, sino porque además el momento de la comida era transformado en un ritual cuasi religioso. No obstante, los egipcios solían comer de a uno o de a dos.
Si bien las casas de los campesinos, los siervos y los esclavos eran pequeñas, existía en ellas algún sótano donde se almacenaban los alimentos. Las carnes eran por lo general conservadas a través del salado o el secado al sol.
Las clases dominantes, ya sean faraones, nobles, sacerdotes y escribas solían sustentarse sobre todo con carne, por lo general asada o estofada, de buey, ternera y oca entre dos y tres veces al día. A las clases sociales despojadas, debido a que las carnes eran muy costosas, les quedaba sólo el pescado o la caza –cuando no las hortalizas- para poder nutrirse de proteínas. Hay quienes aseguran que este pueblo fue el primero en pescar por mero placer. Los artesanos podían criar animales como el cerdo, la oveja y la cabra, de los que no solamente se utilizaba la carne sino también la leche.
Según los jeroglíficos en papiros y textos religiosos, las ofrendas que se dejaban a los difuntos muestran que una persona no estaba bien muerta si no se la abastecía de una buena variedad de menesteres culinarios.
Las investigaciones arqueológicas han descubierto centenares de herramientas que este pueblo utilizaba para la elaboración de alimentos. A su vez, la mayoría de las imágenes muestra que, al menos la clase gubernamental, implementaba utensilios similares a los tenedores y cucharas.
Los banquetes solían sucederse en ocasiones exclusivas y eran acompañados con música y, una vez terminada la comilona, con danzas. Entre los productos más consumidos por la mayoría se encontraban el pan, que podía estar elaborado con trigo, mijo, centeno o cebada, y que se producía día a día; las frutas como los higos, dátiles, sandías, melones y frutos secos; las verduras, como por ejemplo cebollas, pepinos, rábanos, puerros y ajos y las hortalizas: lentejas, garbanzos y arvejas. Las uvas se usaban para el vino, aunque los más ricos se daban el lujo de comerlas.
El vino era un elixir consumido por lo palaciegos; las clases bajas no tenían acceso. La cerveza, que se consumía a diario, era la bebida que no distinguía clases. Llevaba un largo tiempo a las mujeres, quienes estaban a cargo de la tarea, moler el trigo y la cebada en la piedra para su producción, por lo que en muchas oportunidades se utilizaba el pan viejo mezclado con agua para evitar la molienda. Existían tres tipos de cervezas: la negra, la asiática y la "que olía a vino". Para que no se pusiera agria era necesario consumirla con rapidez, a causa de que no se utilizaba la levadura para su fermentación.
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