Casos y Letras: Aída Cartagena Portalatín

Por M. Emilia Sganga

En plena dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, en República Dominicana, nace en Santo Domingo el movimiento “Poesía Sorprendida” (1943), bajo la premisa:

“ (…) estamos por una poesía nacional nutrida en lo universal, única forma de ser propia; con lo clásico de ayer, de hoy, de mañana, con la creación sin límites, sin fronteras y permanente; con el mundo misterioso del hombre, universal, secreto, solitario e íntimo, creador siempre”.


Movimiento poético que se materializó en la publicación de la revista literaria La poesía sorprendida y en la que se destacaron autores como Franklin Mieses Burgos, Antonio Fernández y Aída Cartagena Portalatín.

Será a ésta poetisa, narradora, historiadora, educadora, especialista en literatura africana y negra a quien dedicaremos este espacio.

Aída Cartagena Portalatín nació el 18 de junio de 1918 en Santo Domingo. Al finalizar sus estudios secundarios ingresó en la Universidad de Santo Domingo donde se doctoró en Humanidades y más tarde se especializó en Museografía y Teorías de las Artes Plásticas, en París.

Fue durante su estancia en París cuando se acercó al Movimiento Surrealista y en República Dominicana brotó al mundo de las letras junto con el movimiento Poesía Sorprendida, donde publica poemas breves, intimistas y con un cierto tinte romántico, llenos de gracia y plasticidad. Desde sus poesías, ensayos y novelas fue convirtiéndose en una de las pocas escritoras dominicanas de la primera mitad del siglo XX que levantó e impuso su voz en medio del campo literario predominantemente masculino, claro ejemplo de esto son sus poemas "Estación en la tierra", "Una mujer está sola" y "La Casa" donde la rebeldía es protagonista, buscando siempre el sentido social y político de la producción literaria.

Sus primeras obras poéticas publicadas fueron Víspera del sueño (1944) y Del sueño al mundo (1945), donde las preguntas metafísicas cobran relevancia. En 1953 publica Mi mundo el mar, donde la poesía cobra densidad y en 1955 establece las bases de lo que podría considerarse como el primer manifiesto poético femenino dominicano con su poema "Una mujer está sola”, construyendo una voz que admite por primera vez las limitaciones de su condición de mujer y sus limitaciones políticas:

Una mujer está sola.
Sola con su estatura. Con los brazos abiertos.
Con el corazón abierto como un silencio ancho.
Espera en la desesperada y desesperante noche
sin perder la esperanza (…)

Una mujer está sola. Piensa que ahora todo es nada
y nadie dice nada de las fiestas o el luto
de la sangre que salta
de la sangre que corre
de la sangre que gesta
o muere de la muerte.

(De Una mujer está sola, 1955).

Su escritura cambia radicalmente luego de la caída del dictador Rafael Leónidas Trujillo (1961). En diciembre de 1961 crea la revista Brigadas Dominicanas (publicada hasta marzo de 1963) y la Colección Baluarte (que contó con 12 números), publicaciones que estaban destinadas a divulgar la literatura de combate que, intentado denunciar los atropellos de la dictadura, ya se había comenzado a escribir en Santo Domingo. En 1962 publica La voz desatada y en 1967 La Tierra Escrita.

Para 1969 publica su novela Escalera para Electra, donde se propone contar parte de la historia del siglo XX de su país, reflejada en la relación incestuosa de una niña con su padre, construyendo una analogía entre la primera intervención americana en República Dominicana en 1916, pasando por la dictadura de Trujillo hasta la segunda intervención americana de 1965.

Más tarde publicará Yania Tierra (1981), la novela La tarde en que murió Estefanía (1983) y En la casa del tiempo (1984), libros que se tornan referentes para los jóvenes escritores y en los que Aída Portalatín rompe con la tradición literaria al renunciar al intimismo, declarándose partidaria de una “poesía objetiva” que no evada la realidad sino que la transforme en un arma política.

En esta línea se enmarca su poesía negroide como Memorias negras, donde no solo abarca la difícil situación de las comunidades negras en República Dominicana, sino también de la población negra en los Estados Unidos. Fue durante su permanencia en Francia, en la década del sesenta, cuando se dedicó a investigar y estudiar el arte negro y de los pueblos ágrafos, época en la cual frecuentaba al grupo Presencia Africana, donde conoció a los poetas Nicolás Guillén, Leopoldo Sedad Senghor y Aimé Césaire. Dedicada a estas investigaciones publica en 1986 su ensayo Culturas africanas: rebeldes con causa.

Aída Cartagena Portalatín fallece el 3 de junio de 1994 en Santo Domingo, recorrer su obra es intentar rescatar su voz y sus creaciones, desde lo literario y ensayístico ha intentado ir más allá de lo instituido, preguntándose por su lugar como poetisa, como luchadora y como resistencia activa desde la investigación.


Una Mujer está Sola - Aída Portalatín
Una mujer está sola. Sola con su estatura.
Con los ojos abiertos. Con los brazos abiertos.
Con el corazón abierto como un silencio ancho.
Espera en la desesperada y desesperante noche
sin perder la esperanza.
Piensa que está en el bajel almirante
con la luz más triste de la creación
Ya izó velas y se dejó llevar por el viento del Norte
con la figura acelerada ante los ojos del amor.
Una mujer está sola. Sujetando con sus sueños sus sueños,
los sueños que le restan y todo el cielo de Antillas.
Seria y callada frente al mundo que es una piedra humana,
móvil, a la deriva, perdido el sentido
de la palabra propia, de su palabra inútil.
Una mujer está sola. Piensa que ahora todo es nada
y nadie dice nada de la fiesta o el luto
de la sangre que salta, de la sangre que corre,
de la sangre que gesta o muere en la muerte.
Nadie se adelanta ofreciéndole un traje
para vestir una voz que desnuda solloza deletreándose.
Una mujer está sola. Siente, y su verdad se ahoga
en pensamientos que traducen lo hermoso de la rosa,
de la estrella, del amor, del hombre y de Dios.

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