Por Mario Efrón
Ya hemos hablado en otras columnas del sicu y los conjuntos de sicuris, hoy nos vamos a detener en un conjunto con rasgos muy particulares, los sicuris de Taquile.
Taquile es una isla del lago Titicaca que queda a 36 kilómetros del puerto de Puno, Perú. Sus pobladores, que según los últimos datos serían unos 2200, conservan una forma de vida netamente comunitaria con un tipo de organización similar al que se tenía en tiempos del imperio Inca. Por supuesto, la música no está exenta de este espíritu comunitario. Esto se puede apreciar en la organización de las bandas de sicuris, verdaderas orquestas donde cada integrante cumple una función determinada para así lograr una construcción musical colectiva.
Estos conjuntos de sicuris están conformados por un mínimo de diez músicos los cuales cada uno toca un sicu. Algunos de ellos al mismo tiempo tocan un bombo que llevan colgado al hombro o del antebrazo.
El sicu que utiliza el taquileño tiene algunas características particulares. Se trata de una hilera de tubos ordenados de menor a mayor y tapados en el extremo distal por el nudo natural de la caña. A esta hilera principal se le adhiere otra adelante construida con el mismo tipo de caña pero con la particularidad de tener un corte en forma de bisel en la base, esto provoca que no se pueda producir sonido al soplarlas. Esta segunda hilera cumple una función de resonador.
Los conjuntos de sicuris de Taquile utilizan cuatro tamaños de instrumentos distintos. Estos se encuentran afinados a distancia de octava unos de otros. Según se encuentra detallado en el libro de Américo Valencia Chacón “El sicu altiplánico” el tamaño más grande se llama “Mama” y puede medir, aproximadamente, unos 70 centímetros. Una octava más arriba se encuentra el sicu “Maltona”, luego el “Licu” y una octava arriba de este último el “Auca” también llamado “Uña”. Al tocar todos juntos se produce una sonoridad muy particular, no sólo por las octavas paralelas sino por los armónicos que enriquecen la armonía del conjunto.
En el libro de Chacón se encuentra un relato de lo que pudo haber sido el comienzo de esta tradición en la isla:
“…José Huata Quispe (76) nos contó que sus abuelos le habían relatado que en años no determinados, ocurrió una tempestad en el lago, la misma que desvió de su ruta a una balsa de totoras que llevaba a bordo una pareja, hombre y mujer, procedentes de la isla de Qiqipa. La pareja enseñó a los habitantes de Taquile a construir sicus y tocarlos…”
Este relato nos habla de una tradición incorporada hace muchos años y que aún hoy tiene vigencia y así como antes una valsa de totoras llevó esta música a los taquileños, hoy llega a nosotros a través del siguiente video, un método no tan pintoresco pero que cumple la importantísima función de difundir cultura.
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