Casos y Cosas (Grecia)

Orfeo
Por Estefanía Abamonte

Orfeo es uno de los héroes griegos más conocidos. Hijo de Apolo y de la musa Calíope, ha heredado de ellos el don de la música y la poesía.
Según los relatos, cuando tocaba su lira, no sólo los hombres se reunían para oírlo y hacer descansar su alma, sino que incluso la Madre Naturaleza detenía su fluir para disfrutar de sus notas, y que así, los ríos, plantas y hasta las rocas escuchaban a Orfeo y sentían la música en su interior, animando su esencia.
Eran muchas las que soñaban con yacer junto a él y ser despertadas con una dulce melodía de su lira al amanecer. Pero sólo una de ellas llamó la atención de nuestro héroe. Así fue como Orfeo fue desposado por la Ninfa Eurídice, de la que estaba profundamente enamorado. Un día que ella estaba paseando por la orilla de un río, se encontró con el pastor Aristeo. Cautivado por su belleza, Aristeo se enamoró de ella y la persiguió por el campo. Eurídice trató de escapar, pero mientras corría tropezó con una serpiente, que la mordió con su letal veneno y la hizo morir. Abatido por su pérdida, Orfeo decidió viajar a los infiernos, para lograr que le fuera devuelta su esposa. Así fue como nuestro músico se internó en el submundo, sin cesar de tocar y de cantar su tristeza.
A Perséfone reina del mundo subterráneo, le conmovió tanto su pena, que accedió a su petición a cambio de no mirar a Eurídice en el camino de vuelta a la luz. Pero a medida que se acercaba el final de su viaje, Orfeo, no pudo evitar mirar hacia atrás para comprobar que su amada seguía junto a él. Al mirar se desvaneció ante su ojos y la perdió para siempre. Orfeo nunca se recuperó y vivió con ese sufrimiento el resto de sus días.
Al cielo subió su música, transformándose en la constelación que lleva por nombre la Lira, que contiene la estrella Vega, una de las más brillantes del firmamento, como brillantes eran los ojos de su amada Eurídice, que tal vez siga esperándole aún en el Infierno, acompañada por el recuerdo de su canto.

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