Sabores Clandestinos (Colombia)

Por Hernán Navarro

La agricultura intensiva del maíz en la región del Altiplano de Bogotá comenzó a realizarse cinco siglos antes de Cristo. Los pueblos originarios denominados Muiscas utilizaban una forma de cultivo en pisos térmicos: realizaban las plantaciones en distintos climas, para de esta manera obtener maíz durante todo el año.
Hay quienes afirman que este producto es originario de las tierras del Perú, Bolivia y Ecuador, así como también de lo Estados Unidos, donde crecía en forma salvaje. Pero la mayoría de los historiadores se lo atribuyen a las tribus mayas. En el Valle de Tehuacán, los arqueólogos encontraron restos de este producto con características diferentes al actual: más pequeño y de menos granos.
Con este producto se realizaron decenas de preparaciones, como la chicha, las tortillas y la arepa, entre otros. Con la llegada de los europeos, estas recetas se fueron enriqueciendo con los productos traídos de su continente, como por ejemplo, los lácteos.
Para preparar la arepa, uno de los productos de supervivencia nativo, las mujeres indígenas molían el maíz con dos tipos de piedras: una cóncava y otra redonda, mientras iban agregándole agua. De esta manera formaban una masa semiuniforme que luego asaban. En algunas regiones, la Arepa formaba parte exclusiva de la dieta de los caciques.
En Colombia, la arepa es uno de los productos más consumidos de la actualidad. También es un alimento masivo en Venezuela, Panamá, Ecuador y Puerto Rico. Inclusive en las Islas Canarias, España.
Existen dos versiones del origen de la palabra arepa. La primera es que proviene del vocablo “erepa”, forma en que una tribu de los caribes (cumanagoto) llamaban al maíz. La otra idea es que su origen coincide con el término “aripo”, una especie de horno que los indígenas utilizaban para cocinar sus tortillas.
Para su elaboración puede utilizarse tanto el maíz blanco como el amarillo. En la actualidad, se consigue la harina en forma industrial.
En un bol, se le agrega al maíz molido agua tibia, una nuez de manteca y sal. Se trabaja hasta que quede una masa uniforme y se realizan bollitos. Pueden rellenarse con cualquier ingrediente, preferiblemente queso. Se aplasta hasta conseguir el grosor de un dedo y se hornea o fríe.

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