Por M. Emilia Sganga
Escribir sobre diversas cuestiones y autores de la filosofía oriental, crea un vacío desde nuestra perspectiva, de la cual necesariamente debemos hacernos cargo.
Inmiscuidos en pensamientos y estructuras de reflexión importadas de Occidente, nuestra visión nos deja en jaque al intentar hacer referencia a cuestiones filosóficas y metafísicas con formas y contenidos totalmente opuestos con los que solemos enfrentarnos. De todas maneras, creemos que estas perspectivas que nos condicionan, no nos quitan la posibilidad de nombrar y de reflexionar sobre formas otras, pero para ello nos sentimos obligados a hacernos cargo de las distancias que nos separan. Lejanas pero no inalcanzables.
Nos anclamos en la India y desde allí prestaremos mayor atención a Shankara, escritor filosófico y autor de un buen número de obras, como los comentarios de diversas upanishads, tratados breves e himnos. Necesitaremos realizar una breve trayectoria escrita donde podamos exponer algunos de sus pensamientos y su camino recorrido.
Luego de la aparición de los upanishads (cada uno de los 200 libros sagrados del hinduismo), alrededor del 500 al 800 A.C., comienzan a desarrollarse las enseñanzas de Gaudapada, quien fue seguido por Shankara, hacia fines del siglo VIII y comienzos del siglo IX D.C.
Shankara fue un gran escritor y comentarista de los escritos filosóficos de Gaudapada. Podemos decir que fue él quien logró sistematizar esta filosofía, adaptándola a su época y cultura, exponiendo: “la mente, los órganos de los sentidos etc.., son iluminados por el Ser, como los objetos son iluminados por una lámpara en una habitación. Mientras que los objetos materiales no pueden iluminar al propio Ser”. Apuntando al origen del Advaita Vedanta, dando paso así a la filosofía de la no-dualidad, aceptando como real lo que es por sí mismo y está más allá del espacio y el tiempo. Transcendiendo toda posible polaridad, plantea “El uno sin segundo”, lo que implica que la metafísica Advaita se refiere a la realidad del Absoluto, sólo Brahman en todo instante, como el puro y único Ser. Shankara recomendaba como única práctica espiritual para el que aspira a lo Absoluto, el mantener la mente continuamente centrada en ese Absoluto.
En búsqueda de alguna síntesis (de esas que tanto ansiamos para no desesperar), podríamos decir que su filosofía plantea los siguientes postulados: La única realidad es el Brahman, el Absoluto; El mundo es ilusión, una realidad aparente (mithya); El alma encarnada (jiva) no es más que el mismo Brahman. Estas proposiciones son parte de la transmisión de las enseñanzas y deben meditarse y vivirse con la guía de un maestro, dado que su realización no puede darse en la mente empírica sino en el intelecto superior (buddhi).
Siguiendo con las líneas planteadas por Shankara, el Ser es el fundamento de todo, es el Absoluto. Y ese Ser, al que cada ser tiene acceso en lo íntimo de su conciencia, por que es su propio ser, es el mismo Absoluto: la realidad primordial unitotal.
Al mismo tiempo plantea seguir con las siguientes disciplinas: discriminación entre lo Real y lo irreal, el desapego de los frutos de la acción y la observancia de las seis virtudes (que son: la calma mental, el autodominio, el recogimiento interior, la paciencia, la aceptación, y la firmeza mental) y por último, la voluntad de liberarse. La base de los lineamientos de Shankara es la afirmación que la única doctrina de los Upanishads es la doctrina de la Unidad. De todas formas él no denomina "monismo" a su doctrina, sino solamente no-dualismo. Es por lo tanto erróneo decir que Shankara predica la unidad desnuda. Si lo hiciera su absoluto sería la "pura nada" y no es ello a lo que refiere. La meta última y universal es la liberación final, la bienaventuranza-felicidad, aquella experiencia inefable que lo lleve a uno de la oscuridad a la luz, de la muerte a la inmortalidad. La enseñanza de Shankara (simultáneamente teórica y práctica) está resumida en su tratado en verso Viveka-Chuda-mani ("Penacho de Joyas de la Sabiduría"):
“La liberación no puede alcanzarse sino por la percepción de la identidad del espíritu individual con el Espíritu universal. No puede alcanzarse ni por el Yoga (adiestramiento físico) ni por el Sankhya (filosofía especulativa), ni por la práctica de ceremonias religiosas, ni por el simple estudio...
La enfermedad no se cura pronunciando el nombre de medicina, sino tomando medicina. La liberación no se alcanza repitiendo la palabra "Brahm", sino experi¬mentando directamente el Brahm”.
Y luego sigue: “Habla tanta filosofía como te plazca, adora tantos dioses como quieras, observa todas las ceremonias, canta devotas alabanzas a cuantos seres divinos te parezca —la liberación no llega jamás ni al final de un centenar de edades, sin el advertimiento de la Unidad del Yo”.
Recuperamos algunos fragmentos de sus escritos para intentar realizar algunos trazos sobre las que fueron sus proposiciones originarias. Esta no dualidad a la que abona va en contraposición total a la dualidad occidental cuerpo-mente. Es decir, tenemos un cuerpo pero no somos el cuerpo, nuestra verdad trascendental no depende de él (y lo mismo hacia la otra parte de la dualidad: “la mente”). Por lo tanto una de las premisas básicas de Shankara es la existencia de una divina base de las cual se despliegan todas las cosas de la existencia, base divina que está más allá del tiempo y del espacio. El universo existe, pero no necesariamente como lo calificamos y dividimos en cosas independientes distribuidas por el espacio y el tiempo.
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