Lo que pasó en la semana del 20 de Noviembre

Esta semana retransmitimos el primero de los programas elegidos por los oyentes




Alí Cuama - Buscajá Pangorita
Moxeños - Ya me voy
Deepak Ram -Amrita (Churning the sea of milk)
Yungchen - Niebe nylam
Los soneros del bambú - Que bueno toca el cañambú
Yoshida Brothers- Kodo

Intrumentos Clandestinos (El shakuhachi)

Por Mario Efrón

El shakuahchi es una flauta de bambú, que si bien deriva de un instrumento chino, es en Japón donde se desarrolló hasta llegar al modelo que conocemos actualmente.
Consiste en un tubo de bambú de una sola pieza, con cuatro agujeros en la parte delantera y uno en la parte posterior. Para producir el sonido el músico debe dirigir la columna de aire hacia un bisel finamente tallado sobre el bambú. Este bisel es una de las piezas fundamentales del instrumento porque es el lugar donde se produce el sonido. Se trata de un corte diagonal sobre la caña, similar al de la quena pero un poco más grande. Para que sea más filoso y resistente, se reemplaza el bambú del bisel por una incrustación de hueso o alguna madera dura como el ébano.
Si bien su diámetro interno prácticamente no varía, en la parte externa se va ensanchando hacia abajo. Esto se debe a que se construye con una caña cortada desde la raíz, de la que se conserva una parte. Esa especie de nudo que vemos al final del instrumento es, ni más ni menos, que la raíz del bambú. Esto quiere decir que, de una caña, que tarda años en desarrollarse, podemos construir un solo shacuhachi. Cabe aclarar que, antes de utilizarla se somete a un largo proceso de secado.
El nombre shakuahchi deriva de una antigua unidad de medida utilizada en Japón el shaku, equivalente a 30,3 centímetros. Shakuahchi quiere decir entonces un shaku y 8 sun, que es una décima parte de un shaku. Haciendo un poco de matemática sería 30,3 cm. más 8 sun (24,24 centímetros), o sea 54 centímetros y medio. Eso es lo que mide un shakuhachi.
Al tocar este instrumento el músico no busca un resultado artístico, sino que lo utiliza para practicar un tipo de meditación llamada Suizen o meditación soplada. Está práctica fue adoptada por los monjes Komuso “monjes de la estera del junco” los que mendigaban por todo Japón tocando el shakuachi, así lo cuenta Horacio Curti, un destacado músico argentino e interprete de esta antigua flauta.
La música que se desprende de los cinco agujeros de esta flauta pentatónica es muy especial. Es una mezcla de precisión y calma, sutileza y aspereza, tensión y reposo. Se podría comparar con el movimiento de un pincel pintando ideogramas japoneses, movimientos precisos que resultan en líneas cargadas de expresividad. Para producir todas estas sensaciones, el músico se vale de una compleja técnica que consiste en ornamentar las melodías por medio de movimientos de la cabeza, modificaciones en la digitación y en la columna de aire.
A continuación escucharemos Hon Shirabe, melodía tradicional interpretada por el músico Tajima Tadashi y registrada en su disco maestro del shakuhachi.

Casos y Letras: Pedro Shimose

Por M. Emilia Sganga

Desde Bolivia, este periodista y escritor, supo hacer suyas las letras para combinarlas y convertirlas en su propia carta de denuncia. Pedro Shimose, nació en Riveralta, en la provincia de Antonio Vaca Diez, el 30 de marzo de 1940. Hijo de padres japoneses, instalados en Bolivia. Sus estudios universitarios en periodismo, los realizó en la Universidad Mayor de San Andrés, en la ciudad de La Paz. Antes de dar fin a su carrera universitaria, comenzó a desempeñarse como profesor de literatura en dicha institución, para luego convertirse en el director del Departamento de Actividades culturales en dicha Universidad.
Durante estos años publicará Triludio en el exilio (1961), Sardonia (1967), y Poemas para un pueblo (1968). En ellos Shimose, asimila las rupturas formales y experimentales de las vanguardias artísticas y mantiene al mismo tiempo, una dimensión social y política constante, donde la palabra es conceptualizada desde su poder subversor. Es en Poemas para un pueblo, donde traza un recorrido por las condiciones sociales de Bolivia, una especie de travesía por sus tierras. En su publicación Quiero escribir pero me sale espuma (1972), continúa con este trazo, pero le suma expresiones en quechua y lemas en inglés, como una forma de denunciar el avance de l imperialismo estadounidense en la vida cultural y política del continente latinoamericano.
En 1971, el escritor se exilia en España donde logra finalizar sus estudios en periodismo en la Universidad Complutense de Madrid y comienza a trabajar en el diario Presencia. Fruto de su exilio publica Caducidad del fuego (1975), título que ya sugiere la línea de sus poesías. El autor comienza a debatir y a dudar de su propia voz como poeta, del valor que la poesía tiene, del sentido social que se le puede atribuir. Expresa en este libro el doble exilio, por un lado de su tierra natal, y suma el exilio de aquello que nunca más regresará: “en el exilio es donde tú...descubres que eres apenas un error”. Es en esta obra donde ese espacio vacío comienza a completarse con referencias a lo amoroso y a lo erótico, y que será explotado en su publicación Reflexiones Maquiavélicas (1980).
Más allá de sus publicaciones poéticas, Pedro Shimose también incursiono en la composición de canciones populares como El sombrero de Saò, Yesca enamorao, y Siringuero, son algunos de sus títulos. También escribió libros de cuentos como El coco se llama drilo (1976), dirigió el Diccionario de autores Iberoamericanos (1982) y el periódico cultural Reunión.
En su última publicación de poemas No te lo vas a creer (2000), el autor se hace cargo de toda su trayectoria, manteniendo su perspectiva de una conciencia individual creadora y crítica.

Epigrama – Pedro Shimose
Después de impresionar a las muchachas con nuestro ingenio;
después de quemar lirios, enterrar nubes e incendiar templos;
después de degollar vacas sagradas y asesinar dioses;
después de escribir sin mayúsculas y sin signos de puntuación;
Después de dinamitar museos y bailar en los cementerios;
después de perseguir la gloria y soñar que nos acostamos con ella;
después de pelear con dragones, imperios y quimeras;
de gemir porque publiquen nuestro nombre en los periódicos
y de reunirnos por la madrugada para derribar pirámides,
¿qué nos queda?
Un sillón en la academia
y una chequera.

En Quiero escribir, pero me sale espuma (1972)

Sabores Clandestinos (El bambú )

Por Hernán Navarro

El bambú no sólo sirvió y sirve a una buena parte de la humanidad para la construcción de casas y refugios; muebles y vasijas; armas e instrumentos músicos. También pueden utilizarse sus brotes para la alimentación, así como los nudos de la caña, que aportan un azúcar especial de variadas capacidades nutritivas que ha salvado del hambre a millones de personas a lo largo de la historia.

Esta planta es originaria de la India y su tallo suele alcanzar los 20 metros de altura, de donde surgen pequeñas ramas con hojas verdes y flores que pueden crecer en cualquier momento. Tal vez nunca.
Sus brotes tiernos se utilizan en numerosos platos asiáticos y pueden conseguirse en los almacenes en diferentes formatos: cortados en rodajas, frescos y en conservas. Estos retoños son similares a los espárragos y deben hervirse una buena cantidad de veces para su consumo, debido a que es la única forma de quitar su sabor amargo, transformándolo en un producto suave y delicado.

También, en la República Democrática Popular Lao, al sureste de Asia, se utiliza para cocinar el tradicional arroz aglutinado dentro de la caña de bambú, colocada en un brasero de forma cúbica denominado tao-lo.
Otro ejemplo del aporte del bambú a la gastronomía es la olla oriental, fabricada con los juncos de la planta, tan típica de la cocina china y japonesa como el wok. La cocción en este recipiente logra que los alimentos conserven los nutrientes, el color y las formas y pueden cocinarse diversos productos como cereales, frutas, verduras y hasta panes y empanadas.

Para cocinar sobre esta cesta se debe agregar agua en una olla de metal y colocar la de bambú por arriba sin que toque el agua. Claro que debe encajar justo con la de abajo, de lo contrario se escapará el vapor y perderá calor durante la cocción. Hay que estar atentos a que el líquido no se consuma por completo.
Esta olla se puede conseguir en el barrio chino de la ciudad de Buenos Aires o de cualquier parte del mundo. Recordar que no se debe utilizar detergente, debido a que el bambú es muy delicado y puede arruinarse al frotarlo.